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Ni una Navidad más sin ellos

Una defensa aérea humillada, por el audaz piloto que sacó a su familia de Cuba en una avioneta

Orestes Lorenzo apenas durmió las últimas tres noches pensando en su próximo vuelo, aunque a sus 35 años le sobraba experiencia como piloto, con más de 40 misiones de combate en Angola. Planeó la operación sin más ayuda que la de un puñado de amigos y logró lo que quería. El pasado sábado, en menos de dos horas, entró y salió de Cuba en un bimotor para rescatar a su mujer y sus dos hijos, a los que el Gobierno les negó la salida en represalia por su espectacular deserción dos años atrás en un Mig 23. Su última hazaña ha hecho recordar la aventura del joven alemán Mathias Rust, que el 29 de mayo de 1987 demostró al mundo que era posible aterrizar en la Plaza Roja de Moscú con una avioneta sin alertar a la ya decadente cúpula soviética.La historia de Lorenzo es de película y, de hecho las compañías de Hollywood andan detrás de él, aunque primero tienen que localizarlo en Springfield, Virginia, donde vive bajo protección oficial desde que llegó en marzo de 1991, después de aterrizar en uno de los cayos de Florida sin ser detectado ni por los cubanos ni por los norteamericanos.

Desde su llegada, el ex mayor de la Fuerza Aérea cubana sólo pensó en traer a EE UU a su mujer, Victoria, una dentista de 35 años, y sus hijos Reynel, de 11, y Alejandro, de seis. Llevó su caso al Foro de Derechos Humanos de la ONU y pidió la mediación de personalidades del mundo entero. El pasado mes de julio se encadenó a unas rejas en una céntrica calle de Madrid durante la visita de Fidel Castro para las celebraciones del V Centenario, y se puso en huelga de hambre. Todo, en balde.

Ahora, las imágenes del apuesto ex oficial cubano con su mujer y sus dos hijos han recorrido el mundo y su hazaña ha sido un "regalo de navidades" para los exiliados en Miami. De vuelta a Washington, Lorenzo destacó el estado lastimoso de los sitemas de defensa cubanos. "Un simple Cessna lo hizo", dijo: entró y salió de Cuba sin que se diesen cuenta.

La Fundación Valladares, una organización de derechos humanos con sede en Washington, le consiguió el Cessna 310 con el que viajó en vuelo rasante, eludiendo el radar. Despegó de Cayo Maratón, en el extremo sur de Florida, a las 17.05, y 43 minutos más tarde aterrizó en una carretera rural en la provincia de Matanzas, hasta detenerse a escasos metros de un ómnibus repleto de pasajeros. Recogió a Victoria, que llegó corriendo con los niños desde una playa cercana, y salieron juntos 40 segundos más tarde.

"Todo pasó tan rápido que el conductor del ómnibus se quedó perplejo", relata Lorenzo. "Nunca olvidaré su cara", dice. Asegura que planeó su misión solo, sin ayuda de las agencias norteamericanas ni de sus amigos en el Gobierno cubano. Unas amigas mexicanas, que llegaron como turistas a La Habana, hicieron llegar a Victoria la carta con el plan de escape. Cuatro días más tarde estaban juntos, listos para celebrar las navidades. "Raúl Castro dijo que si quería ver a mi familla tendría que ir a Cuba a traerlos. Acepté el reto".

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