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España arregla la crisis en el segundo tiempo

Santiago Segurola

España arregló en la segunda parte un partido que comenzaba a cuestionar la categoría de la selección. La tunda de goles a Letonia no tapa los problemas de un equipo que marcha a bandazos, sin un estilo definido, con unos jugadores muy acostumbrados a cumplir un papel subalterno en sus clubes. Los goles y la mejoría en el juego llegaron cuando los futbolistas encontraron una vía de comunicación, un hilo que les obligó a sintonizar. Entonces Guardiola, Beguiristáin, Martín Vázquez y Alfonso se sintieron cómodos y trazaron la línea de una victoria que debe explicarse también por la debilidad de los rivales, una pandilla que es carne de cañón para cualquier equipo serio.El partido amenazó con un nuevo desastre durante demasiado tiempo. La selección española tiró la primera parte con un fútbol descontrolado, insensato, con todos los jugadores al borde de la histeria. Por momentos, el equipo volvió a ser el espejo de los peores defectos del fútbol español. La falta de criterio con la pelota y la ausencia de futbolistas capaces de desentrañar el partido con inteligencia desembocaron en un juego forzado e impersonal. Cada jugador estaba en un papel que no le correspondía. En el caos, gente de clase como Beguiristáin y Guardiola parecían sombras de lo que son: unos futbolistas excelentes.

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Moderado optimismo de Clemente

El déficit de ideas condujo a un juego disparatado. Comenzó la selección a volcar balones sobre el área, una caricatura pobrísima del fútbol inglés que era el viaje a ninguna parte. Un equipo sin cabeceadores y escaso poder se vio envuelto en un guerra de balones aéreos que no le convenía. Nadie entendió que el fútbol es generoso con el tiempo. Una hora y media de juego es un rato largo, un plazo suficiente para ablandar a un rival muy limitado. Pero la obstinación en practicar un juego contra natura acabó por convertirse en el peor enemigo de la seleción. El tiempo corría sólo para atar a los españoles, metidos cada vez más en un partido absurdo.

Los problemas venían de meter a gente para hacer lo que no quieren o no pueden. Los tiros altos al área llegaban desde atrás, el método más adecuado para la frondosa defensa de Letonia, que únicamente destacaba por una cosa: su enorme envergadura física. Lejos de buscar la espalda, de progresar hasta la línea de fondo, de jugar al fútbol, la selección se empeñó en un estilo abrupto o bruto. Era dificil precisar la divisoria entre los dos conceptos en aquella situación. Se llegó a un punto de perplejidad cuando los letones tuvieron la ocasión de adelantarse en la primera parte. Salvó Zubizarreta.

La recuperación se produjo cuando el fútbol cayó en un cauce natural. Comenzaron a repartirse los papeles adecuados. Guardiola hizo de Guardiola y comenzó tocar corto y sutil. Beguiristáin pidió la pelota en el suelo y buscó el desborde rápido. Toni añadió 20 metros más a su recorrido y se precipitó hasta la línea de fondo. Kiko se sintió en condiciones de actuar con más delicadeza en el área. El agujero negro persistió en la banda de derecha, donde Amor expresó su desconocimiento de esa zona. Pero el juego estaba apuntalado lo suficiente para derribar la tenaz defensa de Letonia.El cambio de criterio coincidió con la producción de los dos goles. Tuvo moralina aquel minuto con los tantos de Bakero y Guardiola. El fútbol confirmaba que juego y eficacia se corresponden habitualmente. El gol de Guardiola fue ejemplar en este sentido. El gran medio centro azulgrana colocó con delicadeza, precisión y mala idea un remate ligero y combado que superó al portero. En la primera parte, esa jugada habría terminado en un patadón al primer anfiteatro.

Tras el segundo gol, se observaron detalles para el futuro. Clemente sacó a Alfonso junto a Kiko. Los campeones olímpicos eran mayoría. Quizá sea un punto sin retorno. Llegaron entonces los mejores momentos del equipo. Allí estaban jugadores dispuestos a sintonizar en la misma onda, tendencia que se agudizó con Martín Vázquez. La conexión entre Guardiola, Alfonso, Ton¡, Beguristáin y Martín Vázquez se tradujó en un juego mejor, más profundo y eficaz. La realidad es que los buenos futbolistas se habían agrupado para hablar el mismo lenguaje.

Con Independencia de las miserias de Letonia, el caso de Beguristáin explica como ninguna la regeneración que produjo en el segundo tiempo. El jugador azulgrana había sido quizá el más lastimado por la podedumbre del primer tiempo. En el segundo tiempo tuvo ocasión de interpretar su función de futbolista de primera fila. Estuvo en todas las jugadas con habilidad y picardía. Era Beguiristáin, no el sucedáneo que tantas veces se ha visto en la selección. Y lo mismo ocurrió con Guardiola o Martín Vázquez. Esta gente debe confiar en sus fuerzas e imponer su estilo. Y Clemente debe ayudarles. Es la única manera de sentar las bases de un estilo propio. De lo contrario, volverá el fútbol híbrido, despersonalizado y sin futuro. El mismo que ha provocado la larga frustración del equipo español.

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