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Una valiosa botella de la boda de Carlos y Diana reposa en un bar de Madrid

La solemne ceremonia de boda entre Carlos y Diana de Gales tuvo su continuación con un banquete para el que se embotellaron especialmente 48 unidades de cerveza Bass. Todas menos una fueron cayendo por las gargantas de los invitados que eligieron esa bebida. La que se salvó, desapareció misteriosamente de las mesas de Buckingham Palace, y después de una larga peregrinación fue descubierta mientras reposaba en una de las viejas estanterías de la madrileña cervecería La Ardosa, en la calle de Colón (metro Tribunal). De valor incalculable, es lo único, aparte de William y Henry, que perdurará del matrimonio.

El 29 de julio de 1981, la fábrica de cerveza más antigua del Reino Unido tenía un encargo muy especial: embotellar 48 unidades de Bass, la marca preferida de los miembros de la Casa Real británica. Era la boda del siglo, y había que preparar un diseño apropiado. Se eliminaron las etiquetas de papel, se aumentó el tamaño del envase y se lacró el tapón con el sello de la casa, en la mejor tradición de los mensajes reales, convirtiendo la característica botella negra en un incunable de la cerveza.Ocho años después del fausto acontecimiento, la botella fue a parar misteriosamente a la antigua cervecería madrileña La Ardosa donde la depositó un periodista español -cuyo nombre no recuerda el dueño del bar-, como si de un vulgar botellín se tratase. Según explica el propietario, Gregorio Monje, aquel periodista "era una cliente habitual". "Un día trajo la botella, porque aquí las coleccionamos, y nos pidió que se la guardáramos hasta que volviera para bebérsela. Pero ese día no llegó nunca".

Única en el mundo

A Monje, la vieja y singular Bass le pasó inadvertida hasta que hace dos años la vieron en el establecimiento los representantes de la marca inglesa en España. Monje recuerda aquel día con especial interés. "Me dijeron que se trataba de una botella única en el mundo. Que la fábrica, por primera vez, había hecho un embotellamiento especial y había sido con motivo de la boda de los príncipes de Gales, quienes se las habían encargado, y me propusieron que se la donara al museo de Bass". Ni en la Casa Real, ni en la fábrica, ni en el museo, situado en Straton-upon-Trent, cerca de la ciudad inglesa de Birmingham, sabían que una de las 48 botellas había conseguido sobrevivir intacta al banquete.Tampoco se sabe lo que los coleccionistas, mitómanos y fetichistas varios podrían llegar a pagar por ella. En todo caso, es incalculable. Pero a Gregorio Monje el dinero no le importa.. "Sé que vale mucho, pero lo único que me van a dar a cambio es un viaje para dos personas, con el fin de que mi mujer y yo conozcamos el museo de Birmingham, donde van a descubrir una placa en la que pondrán mi nombre". El viaje, que durará una semana, incluye una visita a Londres y Dublín".

La botella llegará el domingo, 13 de diciembre, al Reino Unido, y será custodiada durante su trayecto por los representantes del museo y el propietario de La Ardosa, a quien espera una apretada agenda: los paseos turísticos se alternarán con las entrevistas que ya concertado con varios medios de comunicación británicos; aunque Monje no tenga respuesta para todo (¿cómo llegó a parar la botella a las manos del periodista?, ¿por qué la dejó en su establecimiento? ¿por qué nunca más ha vuelto a reclamarla?).

Bass es una de las cervezas más famosas del mundo. Su creador, William Bass la comercializó en 1777, pero hasta 1876 no se registró su marca, que aparece con el número uno en el archivo de patentes del Reino Unido, identificada sólo con el triángulo rojo como símbolo de la casa. Desde entonces se convirtió en la bebida oficial del bregado Ejército británico, lo que le valió el sobrenombre de cerveza guerrera.

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Se ha quemado el palacio de Windsor, los Hannover se separan, Carlos y Diana lo han hecho oficialmente, y, encima, la reina Isabel II tendrá que pagar sus impuestos como los demás. Ajena a esta hecatombe, la emblemática botella de Bass -la cerveza imperial- vuelve a casa, 11 años después, sin que nadie se haya atrevido a profanar su lacre.

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