"Este abonado ha cambiado de número"
Tres estudiantes y una ex bailaora dan voz a 70.000 teléfonos
El tono gangoso y aburrido que evocaba a una señora de Telefónica eternamente sentada en su sillita de prejubilada tiende a desaparecer. Las voces que se escuchan a diario en 70.000 números que han cambiado alguna cifra salen de las gargantas de jóvenes técnicos por las que trasiegan cervezas vendidas en Argüelles, sonidos anglosajones aprendidos en academias vespertinas y capítulos de Derecho Canónico recitados en las mejores universidades. Telefónica pretende vender otra imagen, y si dependiera sólo de sus voces ya lo habría conseguido.
La voz que ruega "por sobrecarga" que repitan la llamada pasados 10 minutos, a veces hace pensar en una señora resignada -de las que se cambian de acera ante el contoneo de cualquier melenudo- con varios quinquenios en nómina y el ¡Hola! en el regazo.Los tiempos corren a una velocidad muy superior a la que ella emplearía en pasarse a la otra acera, o Telefónica en modernizar sus líneas. La empresa lo sabe y le consta que las voces grabadas son el principal contacto, aparte del 003, el servicio de información. Por ello se les dedica especial cuidado.
Voz insinuante
Hace unos quince años se incorporó la voz deliciosa de una mujer al reloj parlante de la empresa. Costó cara la grabación porque debía efectuarse a través de complicados mecanismos que acompasaron sin el menor fallo el horario real -hora, minutos y segundos- con el instante en que se pronunciaba. Tan dulce y musical resultó la entonación que el jefe del departamento decidió cambiarla. A su juicio, resultaba demasiado... insinuante. "Vamos..., que se ponía cachonda la gente", recuerda un jefe de Telefónica. Las líneas eróticas han puesto en evidencia el poder de la voz.Quien oiga la de Marimar, captará su juventud, pero no imaginará que detrás se esconde una rubia que hace meses paseaba sus 19 años por tablaos como El Corral de la Pacheca, bailando por bulerías en sus noches alegres, y; por farrucas en las más tristes. Le dedicaba hasta seis horas al arte hasta que ingresó en Telefónica.
Allí se encontró con compañeros de su quinta que llegaron a Madrid al rebufo de las oposiciones para ganar 165.000 pesetas mensuales, estudiar por la tarde y soñar con una casa en Ávila. Ángela García, de 23 años, estudió Electrónica, lee a Isabel Allende, estudia inglés por la tarde, y por la noche ve a Mercedes Milá y Nieves Herrero. Tarde o temprano volverá a Ávila o Salamanca.
A casi ninguno le apetece que le roben medio sueldo todos los meses por el alquiler de sus pisos. Antes de cumplir los 26 años, Leopoldo Pérez puede haber conseguido su cinturón negro de taekwondo. Después continuará con su carrera de Derecho, por la Universidad Nacional de Educación a Distancia. Pero cuando concluya sus estudios, igual ha cambiado las cervecerías alemanas de Argüelles o la glorieta de Bilbao y los conciertos de jazz a 3.000 pesetas por la calle de Panamá, de su Santander.
A Manuel Villarino le sucede otro tanto. Estudiaba Ingeniería Electrónica en Gijón, se presentó a las oposiciones por el vicio de presentarse, sin preparárselas, hubo suerte y continué la carrera. Ahora sólo le quedan dos años para concluirla y volver a Asturias.
Las modificaciones de número sólo se escuchan tres meses en el teléfono de los abonados. Entonces, surgen otros números para cambiar, y el técnico Juan José Jiménez echa mano de sus chicos. Mientras tanto ejercen su verdadero cometido: procurar los enlaces, por ejemplo, entre los campos de fútbol y las emisoras de radio, entre el Ministerio del Interior y sus delegaciones o entre las sedes de cualquier empresa.
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