Los videntes de Madrid se contradicen
FRANCISCO PEREGIL Cada persona alberga un vidente en su interior. Las modernas pitonisas son conscientes de ello y pretenden extraer el mayor jugo posible. Lo que los parapsicólogos predicen es muchas veces consecuencia lógica de lo que uno les cuenta. Cada dato, vestimenta, gesto, mirada, andares, cada respuesta monosilábica, incluso los silencios del cliente o cada una de sus preguntas son utilizados por los videntes para emitir predicciones.
Cuando ellos terminan de leer las cartas y abren el turno de preguntas, escuchan con suma atención las primeras palabras que salen de los clientes: si preguntan sobre las relaciones con su jefe, vislumbran a un superior con pocos escrúpulos, que es muchas veces lo que ellos creen que el cliente quiere oír. Si el que paga no pregunta por ninguna mujer en concreto, la respuesta al hablar de amores suele ser la misma: "No veo a corto plazo una relación estable".
Unos indagan de forma burda -"¿en qué trabajas?", "¿vives solo?- y otros, más hábiles, utilizan preguntas soterradas, camufladas en forma de sentencia. Cuantos menos datos sobre sí mismo destapa el cliente, mayores son los errores en que incurren los magos.
Casi todos diagnostican: "Estás pasando un momento de incertidumbre", pensando quizá: "De no ser así, no habrías venido". Y casi todos infunden apoyo con frases tipo: "Puedes conseguir lo que te propongas, no te vas a quedar en la estacada". Julia Gómez, 47 años en la profesión y nueve en el Retiro, lo resumía a la perfección: "La gente busca amor y consuelo". Lo último casi siempre se encuentra en esos lugares. Uno sale con ganas de volver.
Michel de Notre Dame, de 50 años, marcado acento francés, andares de tanguista, recibe en su casa. Carteles, fotos, mazorcas de maíz colgadas en la pared, lechuzas en miniatura sentadas sobre sillas de 20 centímetros y un intenso efluvio de rosas que él llamaba su "olor de santidad". Veía Tele 5.
-¿Cuál es tu signo zodiacal?
-Tauro.
-Ahh, togo. Pues no tienes el cuello de togo.
Empleó casi una hora en hacer cálculos sobre la latitud del lugar de nacimiento y la hora. Y mostró una carta de Antonio Cámara Eguinoa, que firmaba como director del gabinete del presidente del Partido Popular. Cámara le agradecía los servicios prestados por enviarle el horóscopo a José María Aznar.
-Bueno, siéntate ahí, baraja las cartas, muévelas en círculo, córtalas con la izquierda y no cruces los pies en ningún momento -Michel resultó el vidente con mayores dosis de teatralidad- Al rato:
-Ufffff, ¡qué corte más malo! No te voy a engañar. Recibirás noticias de la muerte de alguien del medio en que te mueves.
Pero las nuevas alegres tardaron poco en llegar:
-Tenemos otra carta excelente que anuncia mejoras magníficas en tu trabajo, con la protección de un hombre moreno que ha pasado los 40. Puede ser en el mismo lugar o que te llamen de otra empresa. Y también un viaje largo por mar.
Enseguida, las cartas desprendían imágenes de personas:
-Veo aquí una mujer de 30 años o más, pelo castaño o rubio, puede ser gris también -consolaba que no fuese calva-, es una buena persona que te tiene afecto.
La baraja hablaba de más rostros intrigantes.
-Hay un hombre de menos de 30 años, pelo negro, que hablará mal de ti a tus espaldas.
Ante la sonrisa de su cliente, el vidente preguntó:
-¿Qué pasa, lo reconoces?
-No -simplemente resultaba extraño que sólo fuera uno.
Carmen Llanos recibe en unos grandes almacenes cerca de la Castellana. Obtiene la información sin tapujos:
-Eres una persona sensible, ¿verdad?
Casi imposible contestar a esa pregunta que no, y muy difícil no soltar un pequeño discurso, valiosísimo para el vidente, sobre filias y fobias. Pero el cliente no lo hizo:
-Psss. Bueno.
Al rato preguntó por su jefe:
-Veo tensiones, choques..., pero cambios que pueden ser positivos. ¿Cómo es él? -preguntaba ella directamente.
-Jovial.
Tal vez si lo hubiera tachado de reprimido, déspota, explotador y pelota con sus superiores, la pitonisa no habría aventurado:
-Yo creo que lo sabes llevar bien.
Preguntó por la profesión sin ningún tipo de rodeo:
-Periodista.
-¿Qué medio?
-EL PAÍS.
Desde ese momento, las cartas auguraban estupendos proyectos laborales.
Cobró 5.000 pesetas, igual que Notre Dame.
Rafael de Murcamani. A su despacho en el paseo del Rey -muchos cuadros, esculturas, objetos colocados en rigurosa paridad simétrica, un piano que él toca de oído y ni un metro cuadrado libre de ornamento- se sube por unas escaleras destartaladas.
Murcamani posee un rostro afable y la voz de quienes pretenden pasar por buenas personas, y suelen conseguirlo. Entre sus clientes menciona a Rosa María Mateo y Antonio Gala.
El que se sentaba ahora a su mesa era un periodista, pero Murcamani no lo sabía.
-¿Te hiciste daño en un pie? -preguntó mediada la consulta.
-No. Bueno... una vez -el redactor se llevó la mano derecha hacia la espinilla derecha- me partí la tibia, pero...
-Jue en la parte baja, no?
-Sí.
-¿En la derecha?
-Sí.
Puede que además de la ayuda inestimable de las cartas Murcamani se percatase de que su cliente había tendido la mano derecha hacia la espinilla... derecha.
Pasa a la página 2
"Tu jefe te ha señalado con el hacha"
Viene de la página 1.¿Eres despistado?
-Sí.
Minutos después, y tras otros pronósticos, las cartas le alertaban sobre un posible accidente culinario:
- Cuidado con las cosas calientes, y los aparatos eléctricos.
En cuanto al trabajo, el vidente se mostró claro:
Serás tu propio jefe independiente dentro de 10 años [Leonor Alazraki hablaría después de una gran empresa estatal]. Veo estudios abandonados [ninguno]. Puede ser que te vuelvas a recuperar y a trancas y barrancas lo superes.
En el turno de preguntas:
- ¿Mi empresa?
- Puede ir cuajando, pero tiene un año 93 y 94 bastante caótico. No está lo suficientemente fuerte. Es una planta que tiene su tiesto, su tierra, pero es pequeñita. Depende del agua que le eches puede crecer más o menos. Se acaba de sembrar.
-¿Cómo van a ser las relaciones con mi jefe?
- Te aprecia; lo que pasa es que es una persona que tiene mucho bajo el pelo, es ambiguo. [quizás Murcamani interpretara la sonrisa de su cliente, hasta entonces con rostro inexpresivo como gesto de complicidad y se animara en la escalada contra el jefe]. Sólo te descubre una parte, y se tiene sus chanchullos de reserva. Observa mucho desde su pedestal, y a veces tiene a la gente un poco marcada de quitarse del medio también ¿eh?... O sea, que por eso te digo que ojo. Hay alguna pequeña fijación; en algún momento te ha señalado, no con el dedo, sino con el hacha.
Paquita Berbel vive con su madre en un apartamento con unas diez brujitas en miniatura colocadas con mimo entre los muebles.
-En el 93 te enamorarás de verdad. [Octavio Aceves calculó que eso llegaría en 1995 y Leonor Alazraki vislumbraba una relacion estable para dentro de seis o siete meses].
Duró poco más de media hora la consulta.
- ¿Cuánto tengo que pagar?
- ¿A tí te hice un precio especial cuando me llamaste?
Más que difícil, casi imposible responder con un "no" a preguntas como ésa.
- Creo que sí.
-Bueno, pues yo suelo cobrar 10.000 pesetas, pero por ser tú, sólo 7.000.
Samantha da clases de Tarot en Madrid, igual que Leonor Alazraki. La historia se repite:
-Hay una persona, como que tiene un resentimiento hacia tí.
Samantha, tras conocer que su cliente trabajaba en EL PAÍS, leyó las cartas:
- Hay como un freno, ahora, no sé por qué será, pero se va a resolver positivamente. Lo conseguirás con tu esfuerzo, no es que nadie te vaya a regalar nada.
(Aunque Notre Dame hablaba de la protección de un hombre moreno, mayor de 40 años).
- Mueve las cartas en círculo y piensa: '¿Conseguiré el triunfo profesional y económico?". Mira, sí, los obstáculos quedarán atrás, para empezar una vida de triunfos. Ya verás como tienes logros, y te acuerdas de mí.
Elena Meléndez vive en una casa hogareña perdida entre decenas de bloques en Aluche. Una vez allí, todo fueron alegrías:
A cada pregunta ella contestaba: "Estupendo, fantástico".
- ¿La salud?
Volvía una carta:
- Bieeen.
- ¿El dinero? -Otra carta vuelta-:
- Mejor aún.
- ¿El trabajo?.
- Perfecto.
Su consulta era como concursar en el Un, Dos, Tres... y que todos los regalos trajeran un coche dentro. Veía muchos, muchos viajes.
- ¿Pero son cortos, no?
- Sí, sí, todos cortos.
Leonor Alazraki cobra 10.000 pesetas y su consulta dura 45 minutos. Parece creerse lo que dice y suele matizar con un puede, quizás, a lo mejor, tal vez, cada dardo que lanza. No vio ningún enemigo ni nadie que quisiera hacer daño, pero apuntó malos augurios: algún amigo se podría morir en agosto del 93, y algo casi igual de terrible: en mayo rescindirían el contrato al periodista (ella desconocía la profesión). El jefe actual tendrá buena parte de culpa:
Es una relación difícil la vuestra, que no se arreglará. Puede volverse más difícil aún. No tienes ningún apoyo en él. Hay una mujer que interferirá en tu relación con él, pero él no te quiere o no te aprecia.
No obstante, el trabajo está garantizado en una empresa grande del Estado, "probablemente relacionada con las comunicaciones, tal vez Televisión". De alguna forma coincidió con Octavio Aceves en algo:
- Quizás más adelante te intereses por los temas esotéricos y te introduzcas en ellos con fuerza".
Octavio Aceves. Un marco plateado con una corona real en la parte superior; dentro, el Rey, la Reina y una dedicatoria: 'con afecto, a Octavio Aceves'. A la vera otro cuadro, y en el interior, Octavio Aceves, levemente inclinado, saluda al Rey. Enfrente, un matrimonio de clase media, ella rubia y alta, él con gemelos verdes en la camisa. A un lado, una mujer y la que puede ser su madre, también clase media, chaqueta de cuero, pulseras de oro; al otro, el secretario de Octavio Aceves, un muchacho con vaqueros y coleta. En el suelo, un cesto con el diario Abc, la revista Tribuna, algunas del corazón y varios libros escritos por Aceves, argentino de nacionalidad. Por las paredes, 64 diplomas enmarcados; todos ellos con el mismo nombre dentro: Octavio Aceves. Decenas de compactos de música clásica, óleos preciosos y el adagio de un violín aclarando la atmósfera.
Sale Octavio de su despacho, a punto de cumplir los 45, cuerpo delicado, cabeza pequeña pelada casi al cero, y manos muy expresivas.
- Disculpen el retraso. ¿Desean tomar un té? Ahora mismo les atiendo.
Al rato, desplegó las cartas sobre una mesa de madera noble. Lo primero era lo primero. Así que apuntó a la causa que en teoría trajo al cliente:
- Veo incompresión hacia tu persona en el medio en que te manejas.
Ante el silencio del visitante, siguió disparando:
- Tu futuro está en las artes. [la barba incipiente, la melena por los hombros, la camisa negra con dibujos blancos, le ayudaría a configurar esta visión, además de las cartas]. Tienes la sensibilidad a flor de piel, y no te veo trabajando en ninguna empresa.
Y después:
- Tienes una pequeña desviación en la columna. ¿No te lo han dicho los médicos?.
- No; ni he notado molestias.
- Bueno, es casi imperceptible, lo empezarás a notar dentro de unos quince años.
Puede que además de las cartas, la forma en que el periodista se sentó en la silla y los andares poco firmes le ayudaran a lanzar su diagnóstico.
-Bebes poca agua ¿No?
-No, suelo beber bastante. [tal vez las ojeras le hicieran creer eso, además de las cartas].
- ¿Orinas poco?
- Cada vez que me entran ganas.
- Bueno, pues veo que tienes que beber más.
En ese momento, volvió a la cuestión del trabajo:
- ¿A qué te dedicas?
- ¿Es necesario decirlo?
-No, de nigún modo. Veo que conseguirás muchísimo dinero y que dentro de cinco años ascenderás socialmente. No tendrás una vida aburrida. [Pocos días después, Leonor Alazraki preveía una vida aburrida y sedentaria hasta alcanzar los 451.
Cuando abrió el turno de preguntas, le llegó la del jefe, y entonces:
- Los dos sois grandes neuróticos. Es una relación de amor y odio la vuestra, pero en el fondo te aprecia.
-¿Y la empresa donde trabajo?
- Bueno... le está afectando la crisis. ¿Qué tipo de empresa es la tuya? -
- De ésas a las que afecta la crisis.
- Sí, sí, lo estoy viendo [sus ojos se clavaron en una carta]. La empresa se ve con problemas, pero no se irá a la mierda, disculpando el término.
- Tienes muchos poderes paranormales. ¿Te has dedicado a esto alguna vez?
-No.
Al rato, el secretario pasaba, la minuta: 14.000 pesetas por treinta minutos de trabajo.
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