La letra con voltios entra
Un colegio japonés aplica descargas eléctricas a varios escolares por mal comportamiento.
Mano de santo. No hay como un buen escarmiento made in Japan para mantener prietas las filas en las aulas más rebeldes. El pasado 19 de octubre, cinco escolares de Kizu (Kioto) acudieron a clase sin los libros de texto, y el profesor, lógicamente disgustado, reprochó a los estudiantes su fea conducta. Tras la amonestación verbal, justa y necesaria, llegó la física, más discutible: varias descargas de 100 voltios a cada uno. La severidad en el castigo es una práctica frecuente en Japón y en países de Asia que comparten cultura, afán competitivo y subordinación del individuo al grupo.La salida de tono del preceptor, conocida este viernes, no sorprendió excesivamente en una sociedad donde históricamente la enseñanza ha constituido una actividad de marcado enfoque nacionalista y corte millar. El rigor del sistema educativo nipón ha sido uno de los factores fundamentales detrás del éxito económico del país, pero el método, la exigencia y la disciplina que acompañan la escolaridad explican también no pocas frustraciones y fracasos personales.
Con los cinco estudiantes de Kizu, el profesor de Ingeniería de 36 años procedió así: los sancionados agarraron en cada mano un cable, positivo y negativo, y el verdugo aplicó entonces la descarga con un conmutador de corriente. Los padres, alertados por las quemaduras, denunciaron el caso, que es investigado por la policía y el Consejo Provincial de Educación. "Se trata de un incidente extraordinario", declaró un portavoz del colegio.
La aceptación de normas draconianas en los cursos escolares japoneses es frecuente entre el profesorado, y los juzgados fallan generalmente a favor de colegios que expulsan a estudiantes por sus audaces innovaciones en el peinado o en los calcetines. Algunos instruyen al alumnado sobre cómo comer, sentarse y marcan el itinerario de regreso a casa y las vacaciones más adecuadas. La pasada semana, un maestro descontento con el bajo rendimiento en un examen ordenó a toda la clase un corte de pelo al cero, y durante la última década han sido numerosos los casos de profesores emboscados en la calle por graduados ávidos de venganza.
Estudios efectuados por abogados y expertos interesados en el problema han llamado la atención sobre la seriedad de un asunto que hace pocos años provocó una investigación del Ministerio de Educación sobre la violencia en 40.000 escuelas. Todavía se recuerda la humillación de una joven sorprendida fumando en clase. Su profesor la visitó en casa y allí le aconsejó que se hiciera el haraquiri con un cuchillo de cocina. Cuando la colegiala se arrodilló pidiendo perdón, recibió a cambio una patada.
Tajamitsu Sawa, profesor de Economía en la Universidad de Kioto, piensa que no es buena la rigidez ni tampoco una programación educativa orientada hacia los objetivos últimos de una sociedad industrializada. "No se ha impartido el entrenamiento necesario para que los estudiantes desarrollen sus propias opiniones y expresen con claridad sus puntos de vista". Sawa teme que Japón 1legue a ser una gran potencia económica, pero subdesarrollada cúlturalmente".
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