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Un presunto homicida se pone la toga para defenderse en su juicio

Gerardo Rayo Lombardo dejó el banquillo y se puso la toga. Y el defendido era él mismo. Gerardo, abogado de 26 años, fue juzgado ayer en la Audiencia Provincial de Madrid, acusado del homicidio frustrado de Miguel Romero Chaparro, a quien el 6 de diciembre de 1987 asestó dos navajazos que estuvieron a punto de causarle la muerte. Rayo se defendió a sí mismo y, en lugar de sentarse en el banquillo de los acusados, se acomodó en el estrado. El asegura que debe ser absuelto porque actuó en legítima defensa frente a un grupo de agresores, mientras que el fiscal le pide siete años de prisión.

Rayo se quedó huérfano cuando sólo tenía siete años. El y sus tres hermanas fueron criados por una tía materna, que se empeñó en que estudiase pese a las graves dificultades económicas de la familia. El joven trabajó como repartidor de propaganda, pintor, peón de limpieza y otros oficios. Hasta que, desanimado, decidió abandonar la carrera de Derecho a la mitad.En la madrugada del 6 de diciembre de 1987 caminaba por la madrileña Cuesta de San Vicente cuando se le acercaron cuatro desconocidos. Uno le exigió un cigarrillo y, al negarse a darlo, el grupo se abalanzó contra Rayo. Éste era entonces "un poco radical" y "para evitar problemas", según dice, siempre llevaba una navaja, con la que pinchó dos veces en el pecho a Miguel Romero y causó heridas leves a dos de sus amigos. Fue detenido por un policía que transitaba por allí.

"Pasé un año horrible después de aquello", recordaba Rayo ayer. "Me entró manía persecutoria y me negaba a salir a la calle porque pensaba que me estarían esperando para ajustarme las cuentas", añade. En medio de esa fuerte depresión, el abogado Guillermo Salvá Paradela, que se había hecho cargo del caso, animó a Rayo a que continuase sus estudios de Derecho para convertirse así en defensor de su propia causa.

"No estoy orgulloso"

Finalizada la carrera, tuvo que hacer frente a numerosas dificultades para ser admitido en el Colegio de Abogados, que argumentaba en contra su situación de procesado por homicidio.Gerardo Rayo se negó ayer a responder a las preguntas del fiscal y de la acusación particular, que le reclaman una pena de siete años de prisión mayor. En su descargo, alegó las eximentes de legítima defensa y miedo insuperable. Se ratificó en que el incidente se produjo tal como él sostiene y negó que mintiera como argumentaban los acusadores.

Antes de que el tribunal dejara el caso visto para sentencia, el procesado dijo: "No me siento orgulloso de lo que hice. Pero si volviese a ocurrir, volvería a hacer lo mismo".

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A la salida del juicio, el abogado se mostraba confiado en que será absuelto y se manifestaba deseoso de olvidar esta "pesadilla" para poder dedicarse a su profesión. "Me hice abogado y me especialicé en Derecho Penal animado por mi propio caso".

El año pasado, Gerardo ya tuvo que enfrentarse a un juicio de faltas por las heridas causadas a los amigos de Miguel Romero y fue condenado a cinco días de arresto. Sin embargo, el posterior recurso presentado contra esta sentencia se revolvió con la absolución de Rayo, mientras que los tres agresores fueron condenados a cinco días de arresto.

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