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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El 'no' de Canadá'

EN EL referéndum, celebrado el lunes pasado en Canadá, seis de las 10 provincias dijeron no. Por consiguiente, la enmienda a la Constitución fue derrotada. ¿Quiere decir esto que se rompe Canadá y que Quebec se independiza? No necesariamente.La pregunta de la consulta versaba sobre la conveniencia de llevar a cabo una reforma constitucional que, reforzando el entramado de la federación, ampliara la autonomía de la provincia francófona de Quebec como "sociedad diferenciada" y reconociera la especificidad de la minoría india. El no ha respondido a varias motivaciones: por una parte, un cierto rechazo a los pactos políticos del establishment (como sucediera en el no danés a Maastricht), síntoma que recorre ahora mismo a las democracias, incluso a las más avanzadas. Por otra, que fuera de Quebec se considerara que el grado. de autonomía que se concedía a la provincia francófona era excesivo y discriminatorio para el resto de la federación; para los quebequeses, mientras tanto, no iba lo bastante lejos, y para los indios (650.000 de los 27 millones de habitantes que tiene el país) de la Asamblea de las Primeras Naciones (sobre todo en la provincia de los Territorios del Noroeste) no se reconocían suficientemente sus derechos. Para el Partido Liberal, de Pierre Trudeau, votar sí equivalía a ceder al chantaje separatista de Quebec. Y para los ultraconservadores del Reform Party (Partido de la Reforma), todas las provincias, deben aceptar ser absolutamente iguales o segregarse como países independientes. Por fin, para el 54% de los canadienses que han votado negativamente se trataba de desautorizar al conjunto de líderes políticos que habían negociado la reforma.

Afortunadamente para Canadá, la desmembración no es la consecuencia del no, ni puede descartarsela aspiración de conjunto de la sociedad canadiense a la unidad continental, empezando por la gran Unión aduanera suscrita con Estados Unidos y México. Pero tal vez este no influya en la reafirmación del particularismo de cada uno de los participantes. En cierto modo, no es desdeñable lo que tiene de rechazo a la paulatina norteamericanización del país.

Canadá cumple su 1250 aniversario como país independiente. La Constitución de 1867 establecía un alto grado de disgregación federal, hecha necesaria por la presencia en la estructura estatal de la provincia de Ontario, mucho más desarrollada y filmética de EE UU que las demás. A lo largo de más de un siglo, las desigualdades de las provincias fueron limándose, hasta que el surgimiento de nuevos fenómenos -la francofonía de Quebec, primero; el problema de los indios, más tarde- rompió la nueva homogeneidad.

En 1982, una primera reforma constitucional fue invalidada por el voto en contra de Quebec. Para la segunda (sobre la que se celebró la consulta del pasado lunes) se trató de llegar a un texto consensuado. En 1987, los jefes de Gobierno de las provincias se reunieron con el primer ministro, el conservador Brian Mulroney, en el lago Meech. para negociar el estatuto de "sociedad diferenciada" para Quebec. El acuerdo naufragó porque las minorías indias del noroeste reclamaron para sí un trato similar no previsto, y porque "el hecho diferencial" de Quebec suscitaba una antipatía creciente en todo Canadá.

Mu1roney retomó entonces las negociaciones con gran paciencia. El consenso se logró el pasado mes de agosto en Charlottetown sobre una base cuádruple: reconocimiento del carácter diferenciado de Quebec (lo que protege los derechos de los francófonos fuera de esta provincia y los de las minorías anglófonas en ella), reconocimiento del "derecho inherente" de los indios a gobernarse autónomamente en el interior de la provincia en que residen, reforma del Senado (cada provincia dispondrá de seis escaños fijos, no atribuidos en función de la población) y reasignación de ciertas competencias federales.

La reforma constitucional ha fallado. Como ha dicho Mulroney, es evidente que el cambio social necesario "no puede basarse sólo en un acuerdo constitucional". No se resuelven fácilmente de esa forma las tentaciones de u n federalismo a la carta. Pero no habrá ruptura. Incluso en los modelos de estructuración del Estado más acabados (el federalismo es un modelo más acabado, más experimentado y menos ambiguo que el Estado de las autonomías español), la construcción del Estado es un proceso relativamente abierto, y el encaje de las minorías, un asunto más o menos permanente que no siempre se cancela de un plumazo: de lo que se trata es de que sea un asunto y no un problema, y menos, aún un drama.

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