La indecisión de un caminante
Los responsables de las obras para la construcción de una finca en la confluencia de las calles de Santa María y San José, en el distrito Centro, han considerado que unas vallas de un metro de altura enlazadas con alambre son medida de seguridad suficiente para impedir un accidente. A fin de cuentas, ellos no tienen la culpa de que los vehículos estacionen sobre el único trozo de calzada transitable para los peatones (aunque ni siquiera haya acera). Así las cosas, al peatón no le queda otro remedio que aventurarse a caminar al borde del precipicio sin posibilidad de denunciar al inductor de su arriesgada maniobra. La empresa constructora, que además tiene cortada una calle, no ha creído conveniente instalar el preceptivo cartel anunciador con su nombre y dirección.
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