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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Comunismo de mercado chino

¿CONSEGUIRÁ EL XIV Congreso del Partido Comunista Chino hacer olvidar las matanzas de la plaza de Tiananmen en 1989? Seguro que no. Pero, sin el revulsivo de Tiananmen, la revolución económica que se propone endosar mañana el congreso no habría sido posible. Y sin ésta no podría siquiera pensarse que tal vez China se encuentra más cerca de un estallido similar al que destruyó al socialismo real en Europa o, más significadamente, deshizo a la Unión Soviética.El informe del secretario general, Jiang Zemin, al congreso, centrado en los temas económicos, ha asumido absolutamente la línea que Deng Xiaoping -el hombre fuerte del país- defendió a principios de año, cuando, después de visitar las "zonas de desarrollo especial" (las regiones costeras meridionales donde rigen de hecho normas capitalistas y en las que el auge económico es impresionante), declaró que ése era el ejemplo a seguir. Pero si el programa es aperturista en lo económico, se pronuncia claramente contra el pluralismo político. La idea subyacente es que la democracia sería un obstáculo para afianzar los avances económicos, pero sobre todo para el mantenimiento del poder por los ancianos líderes chinos. Jiang hizo complejos ejercicios semánticos para demostrar que el mercado y la economía capitalistas no son incompatibles con el socialismo, una fórmula que define como "economía de mercado socialista".

Jiang habló de socialismo para apoyar la libertad de precios, la liberalización del sector financiero, la conversión de las sociedades en entidades con accionariado público y privado, el establecimiento de un sistema de Seguridad Social y la privatización de nuevos sectores, incluido el inmobiliario (aunque, misteriosamente, no explicó por qué considera fundamental que otras áreas de actividad económica no lo sean). También anunció la apertura de toda China, y no sólo de las "zonas especiales" situadas en las costas, a las inversiones extranjeras. Y afirmó que se debe aceptar el desarrollo des igual: las zonas más avanzadas deben ir más deprisa, y ello ayudará a que el resto del país mejore.

El futuro del gigantesco sector estatal aparecía poco claro al principio del congreso. En efecto, para que se aplicaran a él -como pedía Jiang- criterios de eficacia y rentabilidad hacía falta su renovación profundísima. Por ello, una de las batallas de la reunión -la renovación de la cúpula de poder en Pekín- tuvo mucho que ver con el tema del ineficaz sector estatal, en el que gran parte de la nomenklatura conserva grandes intereses personales. Y es que el tipo de desarrollo económico que apoya Jiang es para los viejos jerarcas una amenaza directa.

Se diría que han empezado a perder la batalla. No puede interpretarse de otra manera el anuncio de que mañana irán al retiro ocho de los 14 miembros del Buró Político, incluidos el presidente chino, Yang Shangkun (de 85 años); el ministro de Defensa, Quin Jiwei (de 78), y el presidente del Parlamento, Wan Li (de 76). Igualmente importante es el anuncio de que el Buró Político será ampliado para que se incorporen a él algunos reformistas procedentes de las áreas de desarrollo capitalista, tales como Cantón y Shanghai. No se trata de una revolución política más que en el sentido lato. Muchos de los cuadros de la corriente democratizadora, que llegó a tener un peso considerable en el PCCh, parecen haber renunciado a lograr cambios políticos reales: se han limitado a frenar al sector conservador y se han dedicado, sobre todo con el apoyo de Deng, a impulsar los cambios económicos, principalmente en algunas provincias del Sur. Su tesis es que con una economía capitalista será más fácil lograr una renovación en el sistema político. Por eso la otra batalla del XIV congreso ha girado en torno a la renovación interna en el partido.

El informe de Jiang presenta el concepto de la "economía de mercado socialista" (encarnación de la teoría del socialismo a la manera china) como una de las aportaciones históricas de Deng Xiaoping. La idea es exagerada, pero debe considerarse que la elevación de Deng a la categoría de mito casi igualado a Mao es una interesada operación destinada a garantizar que la marcha hacia el nuevo sistema no se interrumpe con su muerte.

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