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El Ayuntamiento suspende en gimnasia

Madrid tiene 235 instalaciones públicas donde hacer deporte; un número engañoso, ya que las autoridades incluyen en el cómputo desde el lago de la Casa de Campo hasta un par de canastas de baloncesto en un solar. La realidad es que sólo en 24 establecimientos se pueden practicar más de seis deportes, que los horarios al público son muy restringidos y que el reparto geográfico no resulta equitativo, datos todos ellos que avalan la sensación del ciudadano. Según una encuesta del Ayuntamiento, el 63% de los madrileños cree que la oferta deportiva es insuficiente.

El Instituto Municipal de Deportes (IMD) ofrece cursos de aprendizaje y perfeccionamiento de varios deportes desde 1.400 pesetas al mes. Uno de los que más demanda tiene es el de natación, que se puede practicar en 16 instalaciones del Ayuntamiento y en una de la Comunidad de Madrid, el Centro de Natación Mundial 86. Para hacerse una idea del nivel de la demanda, basta señalar que en este último centro rechazaron 17.000 solicitudes para cursos de natación el año pasado, a los que acudieron más de 20.000 personas.Si alguien no consigue plaza y decide nadar por cuenta propia, lo tiene bastante difícil. No sólo sale más caro nadar sin profesor (el abono para 20 baños cuesta 4.800 pesetas en las piscinas municipales), sino que, además, los horarios son prohibitivos para los que trabajan. A partir de las seis de la tarde la mayoría de las piscinas municipales están ocupadas por cursillos o entrenamientos. Lo mismo ocurre a primera hora de la mañana: hasta las diez, el agua suele quedar reservada para cursos, que resultan económicos pero no siempre ofrecen lo que el usuario desearía.

Marta, una joven de 21 años, se apuntó a los cursos de natación en el polideportivo del barrio de la Concepción. Tras hacer las pruebas de nivel pagó 5.000 pesetas por dos meses de curso, y le respondieron con una asignación de horario. Su alto nivel, según el director, no requiere profesor. Quiso recuperar las 5.000 pesetas, pero no pudo. La única posibilidad de aprovechar su dinero, le dijeron, era apuntarse a otro curso. A estos inconvenientes se une el hecho, según Marta, de que está todo lleno de gente.

Sus cuitas ilustran la opinión de una gran parte de los madrileños. En una encuesta hecha este verano por Sigma Dos, el 63% de los entrevistados señalaba las instalaciones deportivas como la principal carencia de la capital en cuanto a infraestructuras, por encima de espacios verdes y asilos de ancianos. De los 235 establecimientos para el deporte que existen en la ciudad, 186 son pequeños recintos dependientes de las juntas municipales de distrito, y en su mayoría consisten en un par de canastas de baloncesto o porterías de fútbol.

El IMD gestiona 44 establecimientos, en los que se incluyen las piscinas y canchas al aire libre, el estanque del Retiro y el lago de la Casa de Campo. Polideportivos en sentido estricto -es decir, lugares donde se practican varios deportes- sólo hay en la ciudad 24 (cuatro de ellos de la Comunidad), y su distribución por distritos es irregular.

La única indicación de la relación óptima entre número de habitantes e infraestructura para el deporte es el Reglamento de Planeamiento Urbano de 1978. En él se establece que por cada nueva urbanización de 2.000 viviendas (6.000 personas) deberían destinarse 16.000 metros cuadrados para equipamiento deportivo, es decir, 2,6 por persona. Moratalaz, uno de los distritos más modernos, cumple sobradamente este objetivo, con casi tres metros cuadrados de instalaciones por habitante; pero en Arganzuela sólo tocan a tres centímetros cuadrados por cabeza, y en Barajas y Salamanca no existe ni un solo recinto público.

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