Un hombre al acecho en el portal
Cada día se denuncian en Madrid tres agresiones sexuales
Madrid reúne el mayor número de violaciones de toda España, seguida de Barcelona y Valencia. Como mínimo, de las cuatro denuncias diarias que la policía española recibió en 1991 por violación, una se produjo en Madrid, según un informe de la Dirección General de Policía. En los primeros seis meses de este año, 287 mujeres de la región denunciaron haber sido violadas. Para contrarrestar este liderazgo funcionan en la región un grupo policial especializado y una Asociación para la Asistencia de Mujeres Violadas, ambas únicas en España. Pero no es suficiente.
Las cifras -391 violaciones en 1991 en Madrid- no incluyen las agresiones no denunciadas. Si a estas denuncias se suman las 254 presentadas por sólo agresiones sexuales, a diario se producen tres delitos, por violación, consumada o fallida. "Un agresor sexual es un violador en potencia. Si no ha llegado a violar es porque no ha podido", afirma José Martínez, inspector jefe del grupo III de la Brigada Provincial de Policía Judicial, donde se investigan los delitos contra la libertad sexual.La tradicional. ignorancia institucional frente a estos delitos explica el tardío surgimiento en España, en 1986, de la Asociación de Asistencia a Mujeres Violadas de la mano de un grupo de mujeres conscientes de la gravedad del problema. Aún más tardía, y por influencia de la asociación, fue la creación en 1990 de un grupo policial especializado.
Romper el silencio
El desconocimiento de sus derechos y el miedo al qué dirán son factores que influyen en el silencio de las violadas. Pero no se detuvo por ello la joven M. L., de 24 años, a la que un desconocido violó en. su portal, en una calle del centro, una madrugada del último agosto.
"Abrí el portal y un joven se metió detrás de mí como si viviera en la casa. Por algo intuitivo, decidí subir por la escalera. Oí que se acercaba a paso ligero, y antes de que me diera cuenta, el tío ya estaba ahí con una navaja". El tipo le pidió dinero, luego le obligó a meterse en el ascensor. Entre dos pisos le puso la navaja en el cuello y, sin quitarle las bragas, empezó a manosearla. "Yo temblaba tanto que hasta el ascensor se movía", recuerda M. L., que recibió un pinchazo en el pecho. El agresor pareció cambiar de opinión. En la planta baja la llevó hasta la entrada, como si quisiera cerciorarse de que estaba abierta para escapar. "Allí, al lado de la puerta, me obligó a sentarme". Después de masturbarse, el individuo le arrancó las bragas con la navaja y la violó.
M. L. fue una de las 20 mujeres que denunciaron en agosto haber sido violadas. "Lo más importante es actuar rápidamente para que la víctima sufra lo menos posible", cuenta el inspector jefe Martínez. El grupo III cuenta permanentemente con un servicio de atención a la mujer, formado por mujeres de la escala básica. M. L. fue reconocida en el hospital de La Paz, el único concertado para asistir a violadas. Allí le dieron una pastilla abortiva y después denunció la violación en comisaría. Ante el riesgo del contagio por sida, continuará en observación durante tres meses.
Su agresor todavía no ha sido detenido. La ausencia de antecedentes penales, la oscuridad en que se lleva a cabo el delito y el terror de la víctima dificultan la identificación del violador. Aunque Martínez asegura que se esclarecen más de la mitad de las denuncias, no oculta que el grupo III funcionaría mejor si fuesen más de las 10 personas que lo forman. "De aquí a seis meses espero disponer de una infraestructura que permita capturar al violador en siete o 10 días".
"Para mí, todo este asunto acabará cuando consiga superarlo, capturen o no al violador", exclama M. L. Con ese fin, la Asociación de Asistencia a Mujeres Violadas ofrece gratis asesoramiento jurídico y psicológico. "La duración de la agresión no suele bajar de media hora. No es posible olvidar un tiempo tan largo de tu vida en que has sido presa del pánico. Tratamos de que la mujer lo coloque en el lugar donde menos daño le haga para que le permita vivir", cuenta la psicóloga Soledad Galiana.
M. L. vive con miedo y con rabia la violación. "Estoy más agresiva que antes y no tolero que me digan una obscenidad por la calle". Sufre pesadillas. 11 ¡Lo que más rabia me da es que encima tengo que agradecer que he tenido suerte porque he salido viva y sin golpes!
Unas 120 mujeres pasan por la asociación cada año. Dos abogadas, dos psicólogas, una secretaria y la presidenta se ocupan de ellas. Son pocas -llevan unos 60 juicios en curso y atienden psicológicamente a unas ocho mujeres a la semana-, su sueldo es escaso -abogadas y psicólogas cobran unas 40.000 pesetas al mes- "Desde 1986 hemos trabajado casi de pura militancia", indica la abogada Amparo Buxo. La asociación ha salido adelante gracias a la determinación de estas mujeres y a las ayudas institucionales.
En la asociación señalan a los médicos forenses y a los ginecólogos como sus dos caballos de batalla. Sus informes son claves para el proceso judicial. Por insistencia de estas mujeres se están haciendo gestiones para descentralizar el servicio ginecológico, ampliándolo de La Paz a otros hospitales y para que el forense reconozca inmediatamente a la víctima, en el hospital o llevando a la mujer al juzgado de guardia.
Tampoco ayuda el tiempo que transcurre entre que la violada presenta la denuncia y es convocada por el forense para examinar las secuelas físicas. M. L. fue convocada por el forense un mes desde su violación, tiempo suficiente para que del pinchazo recibido en el pecho sólo quedara una pequeña marca. Y no tuvo suerte con el funcionario: `Me preguntó cómo iba vestida, si me defendí, si me penetró. Consiguió lo que no pudo el violador: sentirme humillada. Salí con la sensación de que era un morboso".
En la asociación previenen de las graves repercusiones que tiene el que el violador no reciba ningún tipo de tratamiento psicoterapéutico en la cárcel. Señalan como prueba los casos recientes de las niñas violadas y asesinadas por reclusos apresados por violación que disfrutaban de régimen abierto. Las víctimas viven con indignación que sus agresores estén libres. "Me da igual que sea un enfermo o no. Si lo es, que lo encierren en un psiquiátrico", exclama la joven agredida.
"Retroceso legislativo"
"La violación es el delito más humillante que existe", afirma José Martínez, inspector jefe del Grupo III de Delitos contra la Libertad Sexual. Y la más humillante, afirman las mujeres de la Asociación de Asistencia a Mujeres Violadas, es la violación bucal que suelen padecer las menores de 18 años. "La penetración bucal es la más agresiva porque requiere la participación activa de la mujer", explica la psicóloga Soledad Galiana.De ahí su asombro cuando comenta que la felación deja de ser considerada violación en el proyecto de ley de reforma del Código Penal y se convierte en mera agresión. La pena al agresor se reduce, en consecuencia, casi a una tercera parte. "Significa un retroceso brutal", asevera la abogada Amparo Buxo. "No sólo se quita uno de los tipos de violación, sino que hay una rebaja considerable de las penas, que de 12 a 20 años pasan a ser de 8 a 12 años. El delincuente sexual suele ser reincidente, y eso hace la rebaja más peligrosa que en otro tipo de delitos". Un tercer aspecto del proyecto de ley levanta las iras de las mujeres de la asociación. Se admite que puede cometerse una violación por imprudencia con menores de 12 años y con disminuidas psíquicas. En ese caso se rebaja la pena.
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