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John Major se juega su carrera política en el debate de Maastricht

Enric González

John Major ha decidido plantear la batalla final. La votación parlamentaria sobre el Tratado de Maastricht será "la más larga y cruel de este siglo", en palabras de un miembro de su Gobierno. Puede durar más de 30 días con sus 30 noches. Si la ley es rechazada, Major dimitirá; si es aprobada, los euroescépticos estarán derrotados para siempre. El Reino Unido pedirá a sus socios comunitarios la máxima colaboración: "Tienen que darse cuenta de que ahí nos jugamos todos el futuro de la CE", dijo ayer el subsecretario del Foreign Office, Tristan Garel-Jones.

El mensaje del primer ministro, John Major, a los demás líderes comunitarios en la cumbre extraordinaria de Birmingham tendrá tonos dramáticos. Será, más o menos, el siguiente: "Sólo yo puedo llevar el Reino Unido hacia la Unión Europea; no pueden hacerlo los tories thatcheristas, ni pueden hacerlo los laboristas, que tienen en sus filas aún más euroescépticos que nosotros en las nuestras. El momento es ahora. Ayudadme a convencer a mi gente".El Gobierno británico espera conseguir de sus socios una cooperación absoluta, no sólo en la adición de cláusulas explicatorias al tratado, sino en otras cuestiones que le agobian: el Sistema Monetario Europeo (SME), la caída de la libra o las especulaciones continentales sobre las dos velocidades.

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De acuerdo con esta estrategia, el subsecretario del Foreign Office para Asuntos Europeos, Tristan Garel-Jones, declaró ayer a este periódico: "Los demás Gobiernos deben darse cuenta de a qué nos enfrentamos. La votación sobre Maastricht en Ia Cámara de los Comunes será la batalla parlamentaria del siglo. Será incluso más dura que la que precedió a la autonomía e independencia de Irlanda, tras la Primera Guerra Mundial".

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La sesión puede durar más de treinta días y treinta noches, según Garel-Jones, "porque los euroescépticos procurarán retrasar los procedimientos lo más que puedan, y hay que votar artículo por artículo. Si se pierde una sola de las votaciones, todo estará perdido. Volverán a verse colchones en Westminster, enfermos en los pasillos y gente al límite de su resistencia física. Será mucho más duro de lo que nadie puede imaginarse".

Los catorce whips (látigos, o jefes parlamentarios) del Partido Conservador empezaron ayer a estudiar cómo se planteará la batalla, que podría celebrarse sin ninguna interrupción, o en varios tramos. Se espera que la sesión comience antes de Navidad y concluya a lo largo de enero.

John Major se cuidó, el jueves, de cerrar filas en su Gobierno. En una reunión política (sin los secretarios técnicos de cada ministerio), el primer ministro anunció su decisión y preguntó a cada uno si estaba dispuesto a jugarse el todo por el todo en nombre de Maastricht. Nadie dio un paso atrás, ni siquiera los cuatro ministros (Norman Lamont, Michael Portillo, Peter Lilley y Michael Howard) que más reticentes se muestran ante la unión europea. Major les comunicó entonces que iniciaban un camino sin retorno.

El líder tory en los Comunes, Tony Newton, confirmó ayer a la BBC que no sólo Major, sino "todo el Gobierno", se jugaba su futuro por Maastricht. Inmediatamente, las casas de apuestas empezaron a aceptar dinero sobre una dimisión de John Major antes de primavera (11 contra 8), sobre la convocatoria de elecciones anticipadas antes del próximo abril (12 contra 1) y sobre un retorno de Margaret Thatcher (12 contra uno frente al 16 contra uno hace sólo dos días).

División conservadora

La vicelíder del Partido Laborista, Margaret Beckett, pronosticó a su vez que el Partido Conservador "quedará completamente dividido".

La conferencia dará comienzo el próximo martes, en Brighton (sur de Inglaterra), y se da por seguro que el Gobierno recibirá un aluvión de ataques y críticas. Por primera vez, un líder que acaba de triunfar, contra todo pronóstico, en unas elecciones legislativas (las del 9 de abril), no tendrá un paseo triunfal en la conferencia, sino más bien lo contrario, Major y su Gabinete vivirán un verdadero calvario.

Major se encerró ayer a preparar el discurso que pronunciará como cierre de la conferencia, el viernes que viene, considerado por muchos observadores como el más importante de su carrera política. En él lanzará un ultimátum a su partido: si no acepta Maastricht, que busque otro líder.

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