Las lecciones de Cruyff
A Cruyff le salieron muy bien sus dos apuestas. La primera, cargar de responsabilidad la mochila de Stoichkov. La segunda, apostar por el fútbol ofensivo. Durante toda la semana, Cruyff castigó contra la pared a Hristo Stoichkov. Le acusó de falta de motivación; le apartó del equipo ante el Viking de Noruega -lo que casi le cuesta un susto histórico-; y le maltrató a bocinazos en el entrenamiento, del pasado jueves.Cruyff mantenía la tesis de que Stoichkov es un jugador que debe desequilibrar un partido, y que en las últimas semanas no realizaba bien su trabajo. Y le emplazó a cumplir en Madrid. Barcelona bullía con, la polémica. Cruyff había conseguido enfadar a jugadores, presidente y aficionados. Incluso comenzaba a escucharse la palabra "crisis". El reto estaba planteado. A los cuatro minutos, Stoichkov ya había desequilibrado el partido. Repitió otras dos veces, y desquició él solo a la defensa del Atlético, la mejor de España. Cuando fue expulsado, el partido ya estaba decidido.
La psicología de Cruyff es muy particular. El, que fue un jugador genial pero caprichoso, no admite el vedetismo. Con una plantilla cargada de estrellas, Cruyff considera que su tarea es motivar a sus hombres, reciban un cheque con más o menos ceros. Y sus métodos son tan antiguos como el palo y la zanahoria. Los jugadores, además, han acabado por entenderle. Stoichkov ya no reacciona con declaraciones. No vale la pena. Responde en el campo. Y el círculo se cierra con Cruyff riéndose para sus adentros por su nueva travesura.
El mejor ataque
Una vez motivados, los jugadores del Barcelona forman un colectivo extraordinario. Junto al Milan, es el mejor ataque del fútbol europeo. Y esa fue la segunda lección de Cruyff. Ante un Atlético temible por su orden, olvidó los cálculos conservadores y apostó por su equipo más ofensivo. ¿Quien puede reunir en una alineación a hombres tan creativos como Goikoetxea, Guardiola, Amor, Bakero, Laudrup, Stoichkov y Begiristain?
Para el Atlético, la derrota es grave. Eufórico tras dos semanas de éxitos, afrontaba el partido como una prueba de la madurez de su colectivo. Y suspendió. Al margen de la sorpresa de los dos goles encajados tan pronto, el Atlético no tuvo el empaque de los equipos que aspiran a ganar la Liga. Completamente desbordado, sólo la torpeza del Barça impidió una goleada aún más escandalosa. Stoichkov y Futre eran los hombres destinados a desequilibrar el partido. Los dos acabaron en el vestuario, y el búlgaro quizá debería haberse marchado antes junto a López. Pero mientras Stoichkov se duchó tras haber cumplido con su reto particular, Futre lo hizo lamentándose de su chiquillada.
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