Un atleta húngaro abre la lista de los proscritos por dopaje en los Paralímpicos
Los Juegos Paralímpicos ya tienen su primer caso de dopaje. Se trata de un lanzador de peso húngaro con ceguera leve, Denes Nagy, que participó en las pruebas de lanzamiento de peso y quedó en segundo lugar. Nagy ha sido desposeído de su medalla de plata y abre así la lista de los proscritos de los Paralímpicos de Barcelona 92. Una lista que puede ser larga, pues entre los deportistas minusválidos también los hay que han sucumbido a la tentación de recurrir a la química para mejorar el rendimiento físico.
Hasta los Juegos Paralímpicos de Seúl, en 1988, los atletas minusválidos no tuvieron que someterse a control antidopaje, y puede decirse que aquél fue un control bastante rudimentario. Pero esta vez el control será tan riguroso como lo fue el de los Juegos Olímpicos, aunque mucho menos aparatoso.Aproximadamente unos 200 atletas tendrán que entregar su orina para que sea analizada. Los atletas paralímpicos tienen prohibidas exactamente las mismas sustancias que los olímpicos, y las únicas diferencias en todo el proceso de control estriban en cuestiones meramente formales.
En los siete primeros Juegos Paralímpicos, la cuestión del dopaje era tan secundaria que ni llegó a plantearse. Sin embargo, con la consolidación de los Juegos, pronto se comprobó que muchos atletas paralímpicos trataban de compensar sus minusvalías o mejorar su rendimiento como lo hacían muchos de sus compañeros olímpicos, con estimulantes, anabolizantes, hormonas y otras sustancias químicas.
En los Juegos Olímpicos pasan por el control antidopaje los cuatro primeros clasificados de todas las finales, de modo que ninguna medalla queda fuera de control. La diversidad de situaciones en que se encuentran los atletas paralímpicos multiplica de forma extraordinaria en estos Juegos el número de finales, de modo que si tuvieran que controlarse todos los que obtienen medalla en cada modalidad, más un cuarto por sorteo, el número de muestras que deberían analizarse superaría las 5.000.
"Ello nos ha obligado a modificar el sistema de sorteo, de modo que sólo una parte de los atletas que reciben medalla pasan la prueba, pero ningún deportista, sea cual sea su clasificación, queda libre del riesgo de ser llamado", explica Josep Ignasi Cuervo, responsable de los servicios médicos de los Paralímpicos.
El proceso de control sigue el esquema trazado en los Juegos Olímpicos: unidades especiales recogen la orina inmediatamente después de la prueba en las propias instalaciones de competición y la trasladan en bolsas precintadas al laboratorio antidopaje que dirige Jordi Segura, donde son posteriormente analizadas.
Las únicas variaciones respecto a los Juegos Olímpicos afectan a la recogida de muestras. Muchos atletas no controlan sus esfínteres, por lo que llevan siempre una bolsa para la evacuación de orina. En estos casos, la muestra es tomada de la sonda, y no de la bolsa, para evitar manipulaciones. La orina que se recoge es la situada en la parte superior de la sonda, previa incomunicación con la bolsa por pinzamiento.
En el caso de los atletas ciegos se permite que su acompañante habitual esté presente en la toma de muestras, junto al médico encargado de la recogida, para que pueda tener la certeza de que la que se precinta es la orina del atleta y no otra.
La propia discapacidad obliga a muchos atletas a seguir tratamientos médicos continuados, que a veces pueden incluir alguna de las sustancias prohibidas. Ningún tratamiento que no haya sido comunicado con meses de anticipación será autorizado. Con esta decisión, la comisión pretende salir al paso de cualquier intento de dopaje por la vía de los hechos consumados.
Píldoras rumanas
Denes Nagy ha sido invitado a abandonar la Villa Olímpica y tomar el primer vuelo que salga hacia Budapest. Termina así su aventura paralímpica. Sin gloria. "Un companero de gimnasio me engañó. Fue hace unos meses. Me dijo que me tomara unas píldoras, que no hacían daño y que me pondrían más fuerte. Pero no me advirtió que estuvieran prohibidas. Las trajo de Rumania".Eso es lo que dijo Nagy a los tres miembros de la comisión médica después de que la muestra de su orina hiciera encender las luces rojas del laboratorio antidopaje y después de que el contraanálisis, efectuado en su presencia, confirmara el positivo. Aquellas píldoras rumanas trajeron estos sinsabores, porque efectivamente aumentaron su masa muscular, pero dejaron una apestosa huella en su orina: metandiona. Expulsión. Esa es la pena para los que se dopan.
La metandiona es una sustancia clasificada en el grupo de los esteroides anabolizantes que se utiliza para incrementar el volumen de la musculatura y mejorar así el rendimiento físico. Pero muy pocos deportistas la utilizan ya. Este es un tipo de dopaje un tanto burdo, que revela la escasa información de que disponen los deportistas paralímpicos, especialmente los procedentes de los países del Este, en los que el principio del deporte limpio siempre ha encontrado dificultades y donde las atribuciones del entrenador incluyen a menudo la obligación de tomar y no preguntar.
El responsable de la delegación húngara se disculpó ante la comisión: "Hicimos un control previo a 10 de los 42 atletas inscritos en los Juegos y ninguno dio positivo. A Nagy no le tocó hacerse la prueba, pero no podíamos sospechar de él". Una forma de hablar: había sido medalla de oro en Seúl y sabía lo que se jugaba.
En Barcelona, Nagy lanzó la bola a una distancia de 12,88 metros. Una buena marca que le valió la medalla de plata.
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