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Más allá de la televisión-basura

Documentales, películas de ficción y programas de variedades mantienen el interés en la pequeña pantalla

A mí me gustan las de animales sin tener una ideología ecologista (ni de ninguna otra especie), Las de Canal + son maravillosas; pero tienen una cierta tendencia a culpabilizar a todo el mundo de la desaparición de la, especies. Parece, sin embargo, que los más interesados en eliminar especies son los animales que encuentran en algunas una especial calidad gastronómica. También La 2 busca la naturaleza (los domingos por la mañana); y tiende, más tarde, a esa perversión tan común de mostrarnos vidas primitivas como ejemplares, imitables, en La aventura humana: que es espléndida, por otra parte. Es una reposición de Alberto Oliveras; se le ve jovencito: casi como ahora. Oliveras se hizo famoso con Los formidables en la radio; luego buscó sus formidables con la televisión en lugares recónditos del mundo; sobre todo, algunos personajes españoles que en aldeas perdidas se empeñan no en cambiar la civilización que encuentran, sino en dulcificarla. Por ejemplo, en un pueblo de la India que compra y vende niñas para la prostitución sagrada, y donde la entidad fundada por un alicantino las compra para darles otra enseñanza y otro trabajo. La 3 pasa los domingos por la mañana Vida salvaje americana: no se refiere a las elecciones presidenciales ni a los preparativos de guerra, sino a las fieras auténticas del país.Estoy hablando de que las televisiones en este verano no sólo ofrecen el desastre y el culebrón, su compañero; ni las malas películas de saldo. Hay muchas cosas que se pueden ver. Dejando aparte los toros, que tienen su público -allá ellos- y el fútbol, que no lo debe tener porque los torneos que coloca ahora presentan las gradas vacías. Hablo de los documentales. Perdí la costumbre cuando los cines dejaron de darlos; encuentro ahora que han mejorado enormemente y que en la televisión dan espacios excelentes.

Las películas

Las películas: hay que tener cuidado que no se escapen las buenas. Los programadores las pasan a la madrugada, no sé por qué afán de ocultación. Uno puede ser que las repiten demasiado: San Francisco, en Antena 3, el día 19 a las dos de la madrugada. Estaba coloreada: pero se le quita el color al televisor y queda con toda la suntuosidad del blanco y negro para el que fue rodada. Es, una recomendación. Aun así, estas copias arregladas, restauradas, tienen mejor calidad que las que se daban directamente en otros tiempos. La 2 pasó Si no amaneciera -Charles Boyer; unas bellísimas Olivia de Havilland, y la Paulette Goddard por que Chaplin se perdió- a la una y diez de la madrugada. También se pueden dar a la hora en que unos duermen la siesta, otros están aún comiendo fuera, y algunos trabajan o, por lo menos, acuden a sus lugares de trabajo. Así, El nadador, tan dura y tan pura, con un Burt Lancaster genial, que pasó a las 15.30 por Telemadrid.

A las horas estelares sólo se puede encontrar a Luis de Funes, o a Sara Montiel; o el terror, que este verano se lleva mucho.

Los programas preparados en estudio son más bien deleznables. Hay que hacer excepciones, como el de Tamariz, que no sólo es un mago con limpieza, sino un actor de primer orden, que viste sus ejercicios como nadie; y que lleva al programa -explicadora, Alaska; hija de América; las dos con brujería manifiesta- magos extranjeros maravillosos. Hay uno manco y argentino, cuyo nombre no recuerdo, que además de la limpieza y la lentitud del ejercicio -para que la velocidad no sirva para esconder nada- tiene literatura en la expresión.

No suelo perderme, si puedo, a Karlos Arguiñano, chef, que explica sobre: el paisaje de Zarauz algunas recetas de cocina de su invención: más bien sencillas, al menos en la imagen. Volvemos siempre a lo mismo: no es tanto el fin como el medio lo que actúa en televisión. En este programa - 13.55, TV-1 - está Zarauz y su cielo y su agua; están los bodegones de los productos con que se va a hacer aquella comida; y está la forma de hablar del chef. Literatura también, digamos; tan imprescindible en televisión, para que la imagen se sostenga. Aun así, añoro los programas de Elena Santonja, que tenían también literatura, y teatro y disposición pictórica: sus artes. Creo que terminó en pleito. No sería razón para que se le volviera a llevar. TVE; y si lo es, ahí están las privadas.

Las series

Las series suelen ser penosas, no digo ya las españolas, que suelen ser iguales en las cuatro estaciones, sino los sainetillos de la vida cotidiana en Estados Unidos: el saloncito con la escalera por donde bajan los personajes, el sofá situado frente a la cámara, la puerta por donde llegan los novios, los niños negros adoptados, parecen no terminar nunca; se suceden unos a otros, y no se despegan del mando a distancia. Pero de pronto hay relámpagos: está el show de Carol Burnett. Este grupo de programas es mejor que el anterior, o me lo parece a mí -será, seguramente, en comparación con el contexto- y suele tener gracia. Eso sí, hay que desconfiar de las imitaciones. Algunas aparecen en uno de los programas de vídeos caseros. Yo no los aguanto, sobre todo a sus presentadores, y hablo de Arús y de la Sardá -me ha venido su recuerdo al citar a la Burnett-; pero parece que les llueven contratos .-Arús va a parar a la menagerie de la nueva Antena 3: hay miedos y esperanzas para su apertura de temporada, con tanta gente, y tan peligrosa- y que las audiencias suben cuando salen estos programas. Todos son de gente que se cae al suelo: un resorte permanente de risa malvada. Yo debo ser buena persona en el fondo, porque no me río.

Está la reposición de Curro Jiménez: me fastidió la primera vez, le encuentro valores distintos ahora. Relatividades. Se le ven todos los trucos de buenos y malos; como en un western. O sea, que algo tiene de una cierta escuela. Más el airecillo de Sierra Morena. Está por encima de la programación de verano, Y la serie de El chino, de los jueves en la Uno. Por lo menos tiene a Charles Aznavour. Y uno puede perder el hilo sin que le importe nada; incluso adormece.

Debe de haber más cosas: debemos buscarlas. Hay que guardar el Tele País y apuntar; eso sí, sin ninguna seguridad de que las emisoras cumplan con lo que prometen. Tienen ramalazos de última hora, y cambian. O no les llega la película a tiempo. O el jefe de programación, al estudiar los programas de sus rivales -ahora son secretos hasta que se hacen públicos: lo más tarde posible-, decide buscar una perla, un tesoro, para chafarle al otro su descubrimiento. Tonterías inútiles, pero hay que entenderles: son como niños.

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