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"Quiero olvidar la guerra, pero no puedo"

115 niños yugoslavos pasan un mes en España invitados por entidades humanitarias

"He visto personas con heridas horribles en todas partes del cuerpo, y también he visto muertos. Quiero olvidar la guerra ahora que estoy de vacaciones, pero no puedo", dice en voz muy baja Slayana Ristic, una niña serbia de 12 años. Slayana y su hermana Daniela, de 15, forman parte de los 115 niños yugoslavos que están pasando un mes de vacaciones en España, lejos del horror de la guerra, invitados por diversas entidades humanitarias. Aragón, Extremadura, la Comunidad Valenciana y la Expo de Sevilla son algunos de sus destinos españoles.

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Víctimas de la intolerancia

Daniela Ristic puso cara de terror al oír el trueno de una común tormenta de verano. Daniela ha sufrido bombardeos en Zadar (Croacia). Ignacio Lozano, un chico turolense de 16 años, está sorprendido de la entereza con la que Daniela afronta la guerra en su país.Cuando salen en la televisión escenas de Bosnia, todos intentan cambiar el canal. Daniela se niega: "Dejadlo, quiero, verlo". Para esta familia española, la lejana guerra en los Balcanes ha adquirido una dimensión real y cercana.

En Teruel hay 48 niños -27 serbios de Croacia y 21 musulmanes bosnios- que durante todo el mes de agosto vivirán en casas de familias turolenses. La mayoría de los niños serbios se comunican en inglés bastante bien, y los que no hablan inglés se entienden con sus familias con un diccionario de serbo-croata y español que han confeccionado dos niños españoles y una traductora.

Piskití es pis, kakití es caca y suida mi se es no me gusta. Cuando el diccionario falla se recurre a la infalible mímica, a los tirones de manga y al dedo pata señalar las cosas.

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El resto de los 115 niños están distribuidos en campamentos de Elche, Lérida, Huesca y de la localidad extremeña de Alburquerque. La operación ha sido organizada por el Movimento por la Paz, el Desarme y la Libertad, presidido por la senadora socialista Francisca Sauquillo y por la Oficina de Derechos Humanos del Ministerio de Asuntos Exteriores.

Con un niño medio dormido en su regazo, la monitora de los niños musulmanes, Bárbara Steh Kure, dice que este viaje, aparte de ser un paréntesis en mitad de una guerra salvaje, "es muy bueno, porque los críos musulmanes ven que los niños serbios no les quieren herir". "Hay que tener en cuenta", asegura, "que el drama de estos niños que han tenido que abandonar sus hogares en Bosnia lo han hecho por los ataques serbios". Los chavales mayores tienen más problemas para perdonar y se muestran algo agresivos.

"Los serbios tienen la culpa de la guerra. Quiero volver a mi casa de Bosnia", dice Adel Delic con los puños contraídos. Adel, un musulmán bosnio de 14 años, tiene los ojos azules y un bozo incipiente. Su sonrisade adolescente ha desaparecido. Cuando habla de la guerra se pone tenso y baja la mirada. Daniela, serbia, completa el círculo del terror con historias que parecen de leyenda: "Los croatas alimentan a los leones con carne de bebés serbios" dice.

Markus Vladímir, serbio de 14 años, confiesa con una sonrisa pícara y una mueca de asco que no le gustan los caracoles. En general, los chavales se han adaptado perfectamente a todas las costumbres de las familias españolas. Los niños musulmanes se parten de risa imitando la costumbre de las familias españolas de besarse cuando se saludan.

Los más pequeños han tardado más en adaptarse a las familias españolas. "Sheila estaba muy nerviosa al principio y desconfiaba de nosotros. Poco a poco se ha ido relajando", dice Mercedes Delso, una médica de 48 años que tiene en casa a una regordeta bosnia musulmana de 11 años.

Billete cerrado

Ahora Sheila come y duerme bien, pero llora cuando oye los nombres de las ciudades yugoslavas en la radio.

Los niños vienen con pasaportes colectivos y con billetes de vuelta cerrados, sin posibilidad de permanecer más tiempo o de ser adoptados por las familias españolas. Ellos saben que el 1 de septiembre vuelven al horror y lo tienen asumido. "En Yugoslavia hay guerra. Pero es nuestra casa", dice Daniela.

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