Calor
Mis padres se trajeron de Maastricht un contestador automático, de manera que ahora nunca se ponen cuando les llamo por teléfono. Así que me acerqué a su casa con la excusa de que me iba de vacaciones, para despedirme, y no tuvieron más remedio que dejarme pasar.Se habían fumado un canuto y ahora merendaban milhojas y café con leche mientras veían la tele. Están obsesionados con las Olimpiadas. Enseguida noté que habían puesto aire acondicionado, no sé de dónde sacan el dinero; en mi casa no se puede parar de calor, llevo una semana sin pegar ojo. Allí se estaba tan fresco que, con el olor a café y a porro y el runrún de la tele, empecé a dar cabezadas enseguida. Oí decir a mi padre que el socialismo había conseguido en Barcelona más medallas que las obtenidas en toda la historia de los Juegos Olímpicos. Como me pareció que lo decía para provocar, me hice el dormido, pero mi madre insistió en el asunto y al final, no sé por qué, respondí que también la monarquía tendría algo que ver en ese éxito. Como soy un resentido, y ellos lo saben, procuré utilizar un tono conciliador, pues no pretendía ser irónico, sino rebajar un poco su entusiasmo felipista. Por una vez estuvieron de acuerdo: socialismo más monarquía, según mi padre, era igual a Dinamarca.
Frente a una ecuación tan tendenciosa no pude evitar un movimiento de crueldad y les recordé el déficit, el paro y el IRPF. Enseguida fui invitado a abandonar aquella casa con aire acondicionado, y aquí estoy, dentro de la bañera de la mía, intentando dormir. Es mentira que pensara irme de vacaciones; no tengo dinero. Si me hubiera callado, a lo mejor me habrían dejado pasar la noche en su casa, pero si no lograron cerrarme la boca cuando eran franquistas, no lo van a conseguir ahora.
O sí, quién sabe.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.