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El 'solchagazo'

Hay dos interpretaciones. Que el señor Solchaga alucinara a la vista de tanto empresario, experimentara una irresistible erección de sus más profundas convicciones (como el Doctor Extrañoamor en Teléfono rojo, volamos hacia Moscú) y llegara al orgasmo prefigurando flexibilidades de plantilla, y de todo, que hasta ahora, no se atrevían a soñar ni los más, osados. Un oído fino hubiera percibido en el salón de la reunión jadeo!, en sordina, ¡más, más, así, así, no pares, no pares ... ! Interpretación errónea y creo que algo desafecta al régimen. Solchaga tiene atribuido el papel de profetizar hechos consumados, aunque, como todos los profetas, pase por un periodo de expiación de sus anticipaciones.Horas después, la señora Rosa Conde no es que marcara distancias entre el Gobierno y el Gran Inquisidor, sino que señaló un problema de desconcertación más que de desconcierto. El vicepresidente Narcís Serra no desautorizó a Solchaga, pero sí dejó caer que con un poco más de vaselina y mano izquierda a veces entran cosas que por la brava tropiezan con mayores resistencias. Es decir, o se avecina una reestructuración ministerial que incluye a Solchaga con la excusa de cubrir la vacante de Fernández Ordóñez, o se prepara una reestructuración social que encubrirá una nueva orden de busca y captura de los sindicatos, con las dos cosas, pero que nadie se haga ilusiones sobre que los excesos verbales de Solchaga no tienen nada que ver con los procesos mentales de Felipe González.

No creo que cometan la grosería de iniciar las hostilidades este verano, y mucho menos ahora que las carreteras españolas viven el super-respectáculo kitch del relevo de la antorcha. Se impone una tregua olímpica; pero después del verano aquí va a haber tanta fluidez, tanta que, como dijo Alfonso Guerra "todo fluye, nada es".

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