La noche triste del Real Madrid
Silencio y lágrimas en el viaje de regreso desde Tenerife tras perder la Liga
"Es terrible, esto es terrible", repetía una y otra vez Emilio Butragueño al bajar del avión que traía al Real Madrid desde Tenerife, donde perdió su opción al título de Liga. Con los ojos llenos de lágrimas, Butragueño no acertó con otra frase para dirigirse a los aficionados que trataban de animarle. Se vino abajo. Al Buitre parecían temblarle la piernas. Se sentó en la primera silla que encontró, escondió el rostro entre las manos y se puso a llorar. Nadie podía frenar su rabia. Alguien le recriminó: "Llora menos y mete más goles". Entonces llegó Leo Beenhakker, le cogió del brazo y se lo llevó.Las primeras lágrimas afloraron en, el césped del estadio Heliodoro Rodríguez de Tenerife. En el túnel de vestuarios sólo se oía el ruido de los tacos y un silencio sepulcral. Fuera, el gentío buscaba las ventanas de la sala donde se encontraba el Madrid. Gritaban: "Mendoza, ¡nosotros también tenemos huevos! ¡Ya podéis poner una tortillería!".
Tras media hora dédesolación en el vestuario, donde recibieron -la visita de Jorge Valdano, ex jugador del Madrid y ahora entrenador del Tenerife -"les di un abrazo y desaparecí", dijo, los madridistas abandonaron el estadio sin levantar la mirada. Respetaban un pacto de silencio implícito. El presidente Ramón Mendoza era uno mas del grupo. Sus ojos estaban enrojecidos. Subieron al autobús en medio de un gentío que les increpaba y llegó a lanzar algunas piedras.
"Pero ¿qué ha pasado?", preguntaba una azafata del avión que el Madrid contrató para volver a casa. "Cuando salimos de Las Palmas iban ganando por dos goles, y entonces el comandante nos hizo embarcar 160 botellas de cava. Estaba todo preparado para la fiesta. ¿Eso significa que el Barcelona ha ganado la Liga?... ¡Pobrecillos!".
Los jugadores ocuparon la parte delantera del avión. No pasaron control de aduanas; se les evitó cualquier trámite habitual en estos casos. Dentro del apara to, una cortinilla roja y dos em pleados del club trataron de mantener al margen de miradas, fotografías y entrevistas.
Esta disposición de la expedición madridista en la parte delan tera originó el caos. Había viaje ros que no podían, ocupar sus asientos. El comandante tomó el micrófono: "'La directiva del Madrid ha pedido viajar todos juntos. Si ustedes no colaboran, de beremos desembarcar". "¡Encima con exigencias, los señoritos!", gritó un viajero.
Durante las dos horas largas de viaje, los jugadores apenas prestaron atención a la proyección de la película. Las azafatas recogieron las bandejas de la cena casi intactas. Al llegar a Barajas salieron de estampida. Mendoza abandonó el aeropuerto por la sala de autoridades.
Sólo Manolo Sanchis y Chendo, que habían facturado su equipaje, tuvieron que aguardar por sus maletas. Allí fueron descubiertos por los ultrasur que habían Regado a Madrid en otro avión. "¡Míralos, están allí!...", avisó un cabeza rapada. "Sois todos una puñetera mierda, desde el uno hasta el once". Chendo, el capitán del equipo, cogió su maleta y se dirigió a la salida. Se mezcló entre los ultras, que le rodeaban y le seguían insultando. "No pasa nada, no pasa nada". Chendo, intentaba convencerse de que no debía perder la calma. Era su noche más triste. La noche más triste del Real Madrid.
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