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El italiano cipollini se adjudicó la victoria en el primer sprint masivo

El italiano Mario Cipollini dejó en entredicho a los especialistas, se adjudicó con pasmosa facilidad una de esas etapas para sprinters. Esperaban los aficionados un duelo entre el velocista local y el uzbeco Abduyapárov, pero el segundo apenas apareció en escena. Hizo, un sonoro mutis. Induráin disfrutó con calma del liderato, a la espera de que hoy te agasajen los italianos con los primeros ataques montañosos. El Giro visita hoy los primeros puertos, el último de ellos a 23 kilómetros de la meta. Chiapucci, que ayer sufrió una caída y se duele de una rodilla, apenas puede resistir la espera. La cuenta atrás ha empezado.

La mayoría italiana acertó a controlar la situación, un trabajo que suele agradecer gran parte de la concurrencia. El Banesto pudo actuar con cierto relajamiento, sabedores sus corredores de que los italianos no estaban dispuestos a permitir otro final que no fuera el sprint masivo. Induráin pudo limitarse a dejarse ver en las posiciones avanzadas, más como una concesión al protocolo que como una necesidad de la carrera: siempre es conveniente ver al líder en cabeza por una cuestión de orden, como si fuera el estandarte del pelotón, porque un líder rezagado es una invitación a la revuelta permanente. Y a este argumento se le añade modernamente otro de nuevo cuño: es necesario que el líder esté dentro del campo de visión de la cámara de televisión, cuando ésta se dirige a la cabeza del pelotón. Finalmente, un suave viento a favor contribuyó a la calma.El pelotón discurrió rápido y no demasiado nervioso, lo que no evitó un par de caídas dignas de mención, una de las cuales acabó con el soviético Ugrumov descolgado y obligó a buena parte del equipo Seur a retrasarse para trasladarle, no demasiado sano pero a salvo, a la meta. Cinco minutos tarde llegaron respecto del pelotón. Bien parece que los éxitos de unos españoles se compensan con las desgracias de otros.

La bonanza, que acompaña la actuación de Induráin tiende a empequeñecer el papel del resto de equipos españoles, obligados a que el espacio publicitario sea monopolizado por los hombres de Banesto. Algunos empiezan a estar cansados de su suerte; cuando no es Delgado es Induráin y lo malo es que el navarro no parece vaya a ser tan irregular como el segoviano. Sintomático fue que el otrora mayestático equipo ONCE, cuyos despliegues en cabeza de carrera causaban sensación y provocaban ríos, de tinta hace no más de un año, tuviera ayer que trabajar sin desmayo para intentar lo imposible.

Táctica suicida

Y lo imposible significa pretender que un ciclista deje atrás un pelotón del Giro a menos de diez kilómetros de la meta. La táctica, por suicida, resultó ridícula; se vio, efectivamente, a Villanueva, a Llaneras, a Díaz Zabala o a Díaz de Otazu dejar brevemente la compañía del pelotón. Ninguno de ellos reparó en que la organización había dispuesto una recta de casi kilómetro y medio para facilitar un sprint en toda regla. Era una pista de despegue para un pelotón repleto de velocistas, el escenario adecuado para que el gran grupo alcance una velocidad de vértigo.

"Sabíamos que era muy difícil porque los italianos controlan muy bien la carrera. Queríamos darle una satisfacción. a Sáinz, pero no ha podido ser". Díaz Zabala, del ONCE, trataba de excusar la táctica suicida como un acto de buena voluntad hacia el director del equipo. "Era muy difícil, pero se intentó", añadió Llaneras con menos diligencia hacia el jefe. "Lo nuestro es intentar algún triunfo de etapa", aclaró finalmente Anselmo Fuerte, en señal de sinceridad. No es ésta una buena temporada para el ONCE: sus objetivos han de limitarse a lo más discreto.

La pista de despegue que llevaba a la meta era una invitación al sprint largo. Era casi una tentación para disfrutar de un esperado mano a mano entre Abduyapárov y Cipollini. Pero no hubo tal duelo. Y Cipollini se apuntó el primer asalto.

El Giro, finalmente, hace hoy una primera aproximación a la montaña. Será un leve apunte hasta el martes, cuando llegue la primera etapa con final en un puerto. Pero el recorrido puede tenerse como suficiente para observar la voracidad del italiano Chiapucci, un corredor que arde en impaciencia. El recorrido puede también ser considerado como interesante: si Induráin sale indemne hoy apenas habrá sufrido desgaste durante la primera semana de carrera.

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