Aislamiento serbio
Es SIGNIFICATIVA la evolución que han provocado en diversos foros internacionales los hechos de Bosnia: Estados Unidos, reservado hasta ahora ante la guerra que asuela la antigua Yugoslavia, ha tomado una posición clara de condena a Serbia; Francia, siempre propensa a justificar la actitud de su aliado de otras épocas, acepta la necesidad de aplicar sanciones contra Be1grado; incluso Rusia, protectora tradicional de los serbios ortodoxos en las pugnas de los Balcanes, parece convencida de que es imposible dejar las manos libres al agresor para que eternice unaguerra que ha causado ya más de 6.000 muertos e indescriptibles sufrimientos a poblaciones enteras.El Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas ha dejado claro que Serbia es culpable de la guerra en Bosnia-Herzegovina. Se dispone a dictar sanciones económicas y habla incluso de un bloqueo naval. China y la India, reticentes a adoptar medidas contra Serbia por considerar que serían injerencias en asuntos internos, han modificado su actitud. Por otra parte, en su reunión de Lisboa, la Comunidad Europea, después de la retirada de algunos embajadores en Belgrado, ha decidido endurecer las sanciones que había adoptado anteriormente contra el Gobierno serbio. También estudia la aplicación de un embargo petrolero, para lo cual sería indispensable la colaboración de Rusia.
Lo que está ocurriendo en Bosnia y Croacia exige que las decisiones internacionales se pongan en práctica sin retrasos y buscando la máxima eficacia. A pesar de reiterados acuerdos de alto el fuego, los combates continúan. La destrucción de Sarajevo -tras las de Vukovar, Dubrovnik y otras ciudades- es una vergüenza para Europa. Pese a que las responsabilidades no son exclusivas de ninguno de los contendientes o Gobiernos, los hechos demuestran de manera cada vez más clara que el Gobierno serbio y su Ejército son los principales responsables de la continuación de los combates.
El presidente serbio, Milosevic, a pesar de sus declaraciones en favor de la paz, persigue la conquista de territorios de otras repúblicas. Una vez que ha creado con Montenegro una nueva federación yugoslava, se podría entender que plantease a sus vecinos una negociación para rectificar algunas fronteras. Ello puede justificarse por la complejísima mezcla de poblaciones que existe en esa parte de Europa. En todo caso, una garantía internacional de los derechos de las minorías será indispensable. Pero lo que es intolerable es que los serbios continúen la guerra para conquistar nuevos territorios. Hoy, dos tercios de Bosnia-Herzegovina están ocupados por tropas serbias, irregulares en unos casos, Ejército en otras. En Croacia, en cuyas zonas conflictivas se acaban de instalar los cascos azules de la ONU, el mando serbio ha anunciado la suspensión de la retirada de sus tropas; se reanudan los combates y las expulsiones de las poblaciones no serbias. Los cascos azules no pueden cumplir su misión de paz y de garantía para los civiles.
En estas condiciones, las sanciones internacionales contra Serbia son necesarias para romper la voluntad agresora que tiene el Gobierno de Belgrado. James Baker, el secretario de Estado de EE UU, habló del eventual empleo de medios militares, si bien todo indica que se trata de un gesto para presionar sobre Milosevic. En el terreno militar ya hay una acción en marcha, la única viable y aceptable: los cascos azules de la ONU. Se trata de reforzarlos, extender a Bosnia-Herzegovina su radio de acción y dotarlos de medios que les permitan cumplir más eficazmente su misión. Al mismo tiempo, hace falta adoptar sanciones que puedan tener efectos a corto plazo. Un embargo petrolero sería una presión política directa sobre el Gobierno de Belgrado y ayudaría eficazmente a paralizar sus acciones de guerra.
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