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VUELTA A ESPAÑA

Tony Rominger se asegura el triunfo

Carlos Arribas

El suizo Tony Rominger (Clas) se exhibió en solitario durante 37,9 kilómetros, ganó la etapa, destrozó a sus rivales y se aseguró el triunfo en la Vuelta. Jesús Montoya (Amaya), hasta ayer líder, pagó los esfuerzos de los últimos días y sucumbió bajo el sol y el viento. Cedió 1,49 minutos. Su ventaja era de 52 segundos. Pedro Delgado (Banesto), el tercer corredor con posibilidades, no tuvo su día y perdió todas sus opciones a una tercera victoria en la ronda española. "Será casi imposible derrocarle en la etapa de los puertos", declaró el segoviano. La Vuelta más dura de los últimos años se ha decidido en las etapas contrarreloj a favor del mejor especialista.

La mañana se presentó plena de malos presagios para el líder. Hacía calor, el sol pegaba fuerte sobre los descampados que rodean Fuenlabrada y un molesto viento no cesaba de soplar por todos los lados. "A Montoya no se lo puedo decir, pero a tí sí: hay que estar preparados para lo mejor y para lo peor", le dijo Eufemiano Fuentes, médico del Amaya, a Javier Mínguez poco antes de la salida del corredor. Ana, la mujer de Montoya, se mordía las uñas. "Estoy muy nerviosa. Tiene que ganar, ser segundo no vale", confesó mientras, inquieta, no cesaba de suspirar porque unas nubes misericordiosas oscurecieran el sol.Montoya huye del sol. Pasa el invierno en Murcia pero, en cuanto empieza el calor, sube a Santander, más fresco. Odia el Tour por el calor. Cree en su capacidad pero necesita que le convenzan de sus posibilidades. Entonces, si tiene fuerzas, se muestra imbatible. Ayer dudó, le faltó la energía física y se derritió.

Psicológica fue la tarea de Mínguez al volante mientras seguía a su pupilo. Salir el último tiene una ventaja que puede volverse en contra. Se conoce el tiempo que hacen los adversarios y, si son peores o similares a los propios, se sale reforzado, se puede reservar energías y llevar el control. Si el tiempo del rival es mucho mejor, te hunde el conocimiento. Llega la desmoralización. El director de Amaya animó al principio a Montoya: "Vas mejor que Delgado, venga, estás mentalizado para ganar, estás preparado".

Al final, el estilo ligero, de pájaro, de Montoya, se convirtió en un símbolo patético: la cabeza hundida entre los hombros. Las piernas pesaban, necesitaba casi de las manos para poder subirlas y hacer girar los pedales. El rostro, perplejo. Los ojos sólo veían rectas sin fin sobre las que otro volaba. Mínguez se olvidó de los consejos de Fuentes. Se le soltaron los nervios. Los gritos se hicieron ininteligibles. La Vuelta se le escapaba de las manos a 48 horas del final. Montoya deberá repasar la prensa de los últimos días para cerciorarse de que no ha soñado. Ha bajado de la nube de golpe.

La mujer de Rominger le recibió llorando el jueves en Ávila. El suizo se había caído en la última curva y llegó a la meta sangrando por la nariz. "No lo aguanto más, debes ceder, no luches más, es demasiado", le dijo a su marido en francés. Este estaba desmoralizado: "De acuerdo, me conformaré con lo que tengo". Por la noche y ayer por la mañana los médicos le cuidaron su rodilla. A raíz del golpe, sufría una contractura en el músculo vasto de su pierna derecha. Se le aplicó hielo y ultrasonidos.

Todas las noches, antes de acostarse, Rominger tiene la costumbre de visitar, habitación por habitación, a sus compañeros de equipo. Desea agradecerles su trabajo. El día de Serranillos todos se desgastaron para él. Está en un equipo español y sabe lo que significa la Vuelta para sus patrones. Ayer, viendo el recorrido de la contrarreloj, decidió serle infiel a su mujer. Haría lo posible por ganar. Se lo debía a sus compañeros. La ambición que no tenía por un triunfo personal se convirtió en generosidad. Su victoria más importante le llega a los 31 años, la edad del declive.

"El recorrido era ideal para mí. Grandes rectas y pocas curvas. Pude mover con facilidad el gran desarrollo que llevaba", declaró el suizo. Había ligeras pendientes y el viento soplaba. Lo fundamental en la lucha individual es encontrar rápidamente una postura cómoda sobre la bici y coger ritmo. La postura no fue un problema. Rominger corre como dentro de un molde. Nada le perturba. Fue como si una fuerza externa le impidiera moverse de la línea que marcaban sus hombros, sus brazos y su cabeza sobre la barra. La simetría. Todo parece fácil cuando uno de los mejores contrarrelojistas del mundo está bien.

Pedro Delgado no encontró ni el ritmo ni la posición. Toda la contrarreloj la pasó moviendo brazos y hombros. No estuvo cómodo en ningún momento. "No sentí las piernas finas", afirmó. La ambición, las ganas no le bastaron. Empezó pronto a perder tiempo y no se recuperó. La mejor Vuelta de su vida no la ha ganado el hombre que era el máximo favorito. Tiene ya 32 años. Las fuerzas le faltaron al final,

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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