Sevilla
Imagínese usted que un día coge el coche y tira al sur porque quiere participar en unos encuentros sobre, fa solidaridad internacional y romper una lanza a favor ,de los más pobres y marginados reflexionando junto a ellos. Imagínese que además le va la marcha y acude a un concierto de rock, y que luego se apunta a un paseo comunitario por las callejas de Sevilla, gritando, eso sí, que en Ecuador, Bolivia o Perú se están muriendo de hambre y que nosotros nos gastamos el' pan que les urge en fastuosos eventos para celebrar, entre otras cosas, que somos más ricos. Imagínese usted por fin que aparecen unos policías, como si de vaqueros en. el Oeste se tratara, tiros y todo, y que cuatro locos atrevidos les plantan cara. Luego, 37 malos son conducidos a la cárcel del condado por el Séptimo de Caballería.No es una película de vaqueros, ni tan siquiera teatro del absurdo. No me mofo de nada ni de nadie. Pero la ironía es lo menos que puede quedarme después de haber sido detenido -y conmigo otras 23 personas- al día siguiente de esta absurda historia por haberme sentado en la puerta de la Expo a denunciarla. Sin violencia alguna, lo prometo. Como tampoco la ejercieron los 23 extranjeros -peruanos, mexicanos, brasileños, argentinos, colombianos...- detenidos en el cámping donde pasaban unos días y, puestos en la frontera sin cometer delito alguno. Y eso sin contar los tres heridos de bala, los malos tratos, la obstrucción a la asistencia letrada y los tres días en un calabozo sin retrete.
Esto mismo nos ha tocado vivir a 83 personas en Sevilla hace unos días. Cuarenta y dos de ellas, expulsadas de este país porque no quisieron ponerle buena cara a la Expo. La gran mayoría del resto, en libertad sin cargos. A otros, yo entre ellos, les queda pendiente un juicio por "desórdenes públicos". Y no soy nazi, ni skinhead, ni estoy pagado por el oro de ya no sé dónde. Soy un objetor de conciencia que lleva 10 años abrazando la no violencia. Lo más triste de. todo ello no es que el Gran Hermano disponga de un eficaz Ministerio del Amor, sino que los medios de comunicación de aquí se autocensuren hasta el punto de que tengan que ser los foráneos quienes les abran los ojos. Queda terminantemente prohibido disentir del discurso oficial hasta nuevo aviso. Los agricultores pacenses también saben de ello.- Rafael Ajangiz.
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