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¿Qué tendrán estos chicos?

¿Qué es lo que tienen los equipos yugoslavos? ¿Por qué llevan cuatro años consecutivos llevándose a su país la Copa de Europa? Se van acabando los razonamientos de primera mano. El reinado de la Jugoplástika se justificó en primera instancia -Múnich- como la sorpresa no esperada, algo casual favorecido por la terrible presión y ansiedad del Barça y la falta de raciocinio baloncestístico que ataca al Macabi desde hace años.En la siguiente edición -Zaragoza- se llegó a la conclusión de que estábamos ante una portentosa generación dificil de igualar, en la que destacaban Radja, Perasovie, Savic y, sobre todo, Toni Kukoc. Se fue Radja a Italia y Kukoc no estuvo en París a la altura de las circunstancias, y aún así, cayó la tercera consecutiva. Otra vez era culpa de la excesiva responsabilidad que atenazaba a los azulgranas una vez cada temporada.

Y llegó la cita de Estambul. Ya no estaba el Pop 84, ni tampoco el Barcelona. El favorito, el equipo que había dominado por completo la competición, era el Joventut. Había otro que había sacado el billete a Turquía por los pelos: un equipo exiliado, con su país enzarzado en una guerra civil, sin el amparo de una cancha y una hinchada, un equipo que no se permitía el lujo de tener americanos y donde nadie se llamaba Kukoc. Era el Partizán.

Cuatro consecutivas

Pues los convidados de piedra se han llevado la gran Copa de Europa, y van cuatro consecutivas para los balcánícos. ¿A quién echamos ahora la culpa? ¿A un tiro en el último segundo, casi siempre una lotería, u otra vez a los nervios?

No. Hay muchas cosas más que no se explican en un solo partido y se ven en todos. A los jugadores yugoslavos se les enseña a jugar a baloncesto, no a hacer sistemas. No se deja de trabajar con ellos individualmente, ni cuando son muy buenos, ni tampoco cuando son unos tochos. Así que no paran de mejorar. Se les explican los conceptos básicos defensivos, y saben el dónde y el porqué.

Al jugador creativo no se le intenta meter en cintura. Se preocupan de que exprese su individualidad. No se pretende que sean amigos ni que haya buen ambiente fuera del campo, sino que les basta con que dentro de la cancha cada uno haga lo que tenga que hacer. Y sobre todo, desde muy pequeñitos, les comen el coco con un aspecto fundamental. Ellos son los mejores, los elegidos para este juego. Se lo dicen los entrenadores, el público y la prensa, que no ejerce la brutal presión de los países latinos. Acaban todos convencidos, y por ello juegan con esa arrogancia.

Por lo que parece les va bastante bien con estos métodos. No vendría mal copiar alguno.

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