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Reportaje:CRÓNICAS DE VILLAVERDE/ y 3

El color de las venas El ambiente nocturno de un barrio del sur

Francisco Peregil

Uno de los pocos locales de Villaverde Bajo donde se cuentan más de 50 personas un sábado por la noche es Caos. También parece uno de los más selectos, aunque aquí la selección no se hace por el color de los calcetines, sino por el de las venas. Y Villaverde no es tan grande como para no conocer á los yonquis del barrio. Un redactor de EL PAIS ha vivido durante tres semanas en Villaverde Bajo -sólo los últimos días se dio a conocer como periodista- y vio el ambiente nocturno de un distrito que durante los últimos meses ha protagonizado protestas sin precedentes.

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En la discoteca Caos, al lado de pantalones Charro de 13.000 pesetas y cazadoras Liberto de 25.000, se ven chándales de 3.500 y zapatillas de deportes. Muchos de sus dueños han aparcado coches que pueden llevarles al centro de Madrid en 20 minutos. Es sábado, los propietarios del local han traído a un buen pinchadiscos de Madrid, pero hay poca gente.A la una llegó ella. Lleva pantalones cortos ajustados, medias negras y una cazadora de marca Chipie. Parece sacada de Pachá, Archy o cualquier otra discoteca de postín. Tiene el pelo largo, moreno, y saluda a todo el mundo. Ni a ella ni a las otras 10 o 15 chicas del local las acosa ningún hombre. Todos saben quién es quién y las cartas parecen estar repartidas desde hace mucho tiempo, puede que desde el colegio.

Así que ella, a las dos, se ha ido con su amigo en un coche y otra, pareja. En la puerta, un chico alto, con la cabeza rapada y una banderita de España en una manga de la cazadora, le comenta al portero que lo del pinchadiscos ha sido un fracaso. "Todo el mundo estaba cortado porque el amigo del discjokey bailaba muy bien", le dice. "Lo importante es divertirse, no bailar".

Desde luego, lo que no parece muy importante para ellos es ligar, a tenor del escaso número de mujeres que hay en proporción al de los hombres. Pero a gente como Antonio no le importa demasiado esa cuestión. En un local de la parte alta de Villaverde Bajo (la que está por encima de Los Rosales), Antonio, que es un chico gordo con Vespino, le comentaba un domingo al portero: "Ese tío se va a enterar de quién soy". Ese tío al que se refería salió a los cinco minutos y no se enteró de gran cosa. Antonio ni siquiera se atrevía a hablarle, pero su compañero sí.

-¿Tú te crees que somos principiantes, chaval? -le dijo el amigo de Antonio.

-No sé de qué me hablas.

-¿Crees que la mierda que nos has pasado -le muestra la cocaína- vale 8.000 pesetas?

-Éste no es sitio para hablar de esto; menos mal que estamos entre colegas. Si quieres, lo arreglamos en otra parte.

En ese momento Antonio terció en la conversación. Pidió a su amigo que dejara el asunto y, cuando ya se alejaba a lomos de su Vespino, le espetó al otro:

-Mira, un día de éstos te voy a enseñar lo que es una buena mercancía y vas a alucinar, hombre. Y encima te voy a invitar, para que veas que no es el dinero lo que me importa, sino que me tornen por gilipollas.

Se fueron y el portero suspiró hondo. El que vendió la cocaína le regañó, al portero: "A mí no me mandes más imbéciles como éstos".

Peleas, peleas

Eso ocurrió un domingo. El jueves 19 de marzo, durante el puente de San José, a las dos de la madrugada, en el Bacilo Cocos, una de las dos discotecas del barrio, veinte chicos y cuatro chicas -con sus novios- bailan y beben. Una hora antes, cuatro zetas [coches policiales] han cortado la calle del Bacilo Cocos. Los que lo vieron decían que fue una pelea de familias la que provocó todo y que varios hombres del cerro de los Ángeles vinieron a buscar a otro, aunque no hubo heridos graves.Al día siguiente hubo otra pelea. Los porteros sacaron a la puerta al agresor, la gente salió a verlo y un hombre rubio se hizo rápido con la situación: "Si no entráis, os vais de aqui; venga, soy el dueño de esto. Todos adentro".

El domingo, en la puerta del Bacilo un chico le comentaba al portero: - "Un día me levanté a eso de las diez de la mañana, me duché y me fui al Voltereta [local cercano a la plaza de España que abre hasta avanzado el día] para pagarle 5.000 pesetas a un colega. Cuando vi la peña que había allí, me dije: 'Dios mío, ¿con esta gente salgo yo todas las noches?".

Aparte de los precios -una caña vale 100 pesetas y un refresco 200-, hay razones- afectivas por las que los jóvenes prefieren emborracharse en su barrio antes que en Madrid.

Casi todos los que entran en los locales charlan antes con los porteros. El último utilitario de Renault, bromas que vienen desde la época del colegio y excursiones programadas para el próximo fin de semana resuelven muchas horas de conversación a las puertas de las discotecas.

En definitiva, paz y tranquilidad es lo que se respira estos días en Los Rosales. La máxima preocupación ya no es la droga, porque la policía incrementó la vigilancia en la zona, sino la posibilidad de que el Gobierno regional ratifique el realejamiento de los gitanos en Los Molinos. Nicanor Briceño, el líder vecinal que dirige todas las protestas, dice que la Comunidad de Madrid no tiene narices para hacerlo. Pero la comunidad calla de momento, Nicanor organiza sus bases y el resto de Villaverde Bajo calla también. De momento.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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