Chotis, pasodobles y 'bacalao'
Los jubilados de San Sebastián de los Reyes se desmelenan los miércoles en la discoteca
Una vez a la semana, las jubiladas de San Sebastián de los Reyes acuden a la peluquería, se perfuman y se maquillan para acudir "al baile" de los miércoles. El Ayuntamiento de esta población de 53.427 habitantes alquila un día a la semana la discoteca Hexágono para los ancianos desde el pasado octubre. Sonrientes y sudorosos, bailan sin parar las tres horas, que dura la fiesta, sobre todo las mujeres. El ejercicio les viene mucho mejor que las sesiones del traumatólogo. "Es una terapia de escándalo", afirma una de las jóvenes-ancianas.
Manuela López, de 84 años, comenta que su nieta le dice: "Abuela nos habéis quitado la disco". Los cerca de 400 ancianos que van a bailar dicen que no se lo pierden ninguna semana. Incluso cuando en las parejas hay alguno enfermo, el cónyuge asiste igual. Es el caso de dos amigos, Jesús y Mariano, que han ido desparejados. Mientras comen un trozo de empanada, aseguran que no sacarán a bailar a "las chicas": "Las mujeres son muy malas, y luego todo se sabe".Josefa, que se estira pinturera al descubrir su edad, 74 años, dice que sólo baila con su marido: "A él tampoco le gusta que yo lo haga con otro". Josefa está sofocada, pero después de un descanso de tres minutos vuelve a la pista.
Suena a tope bacalao (música machacona) en la sala. Los ancianos mueven los brazos en todas las direcciones y los pies con una agilidad "que para sí quisieran muchos jóvenes", comenta el encargado de la gala, Antonio Tarriño, Tarry. Después vendrá el agarrao, un descanso después del frenético ritmo que llegan a seguir los jubilados.
La entrada es a las cinco, pero una hora antes ya están en la puerta, ansiosos por empezar la fiesta. Tarry cuenta que les ha visto pelearse, pasar a empujones, incluso ha habido dos mujeres heridas. Ayer, una de ellas asistía de nuevo después de su convalecencia. La organizadora del Ayuntamiento pidió un aplauso para ella.
Whisky caro
Como en las discotecas para adolescentes, los ancianos no beben alcohol. "No está prohibido, pero si piden un whisky les decimos que son 800 pesetas, con eso no hace falta más". La casa invita a la primera consumición, mientras que por la segunda cobran 100 pesetas. Una anciana señalaba que con la empanada y el refresco ya tenía la cena resuelta.El Ayuntamiento paga por día 50.000 pesetas a los empresarios. El alcalde socialista, José Luis Blanco, está convencido de que no es dinero para el resultado que tiene la discoteca para ancianos. Comenzó a funcionar en octubre del año pasado. Antes bailaban en un local municipal que se les quedaba pequeño. Aunque los empresarios dudaban del éxito al principio, ahora lo ven mejor, según Tarry.
Además de acid house, el pinchadiscos pone pasodobles, chotis, rumbas... Algunos ancianos llevan casetes para escuchar los temas que recuerdan con cariño. El pincha asegura que le da mucho trabajo recopilar los temas que puedan gustar a estos "jóvenes viejos", apelativo que les da el alcalde.
Como en las discotecas de jóvenes, también hay coqueteos, acercamientos y, guiños. Antonio y Oliva se casaron hace un mes, después de un noviazgo de cuatro meses. "No nos hace falta más", dice ella mientras se miran acaramelados y sonrientes. Para que quede claro lo poco que importa la edad en cuanto a los comportamientos sociales, también se ha dado alguna que otra bronca entre los ancianos varones. San Sebastián de los Reyes y su vecina Alcobendas han sido secularmente rivales, no por nada, sino por la habitual desconfianza entre los pueblos próximos. En navidades, los ancianos de Alcobendas no dejaron pasar a los de San Sebastián a una flesta. Con Hexágono, San Sebastián se ha tomado la revancha, hasta que ha intervenido el Ayuntamiento. Ahora habrá un intercambio, según anunció José Luis Blanco.Las empresas de San Sebastián de los Reyes colaboran con la fiesta de los jubilados. Entregan regalos de todo tipo, que en uno de los descansos del baile se sortean entre los asistentes. Después sigue la fiesta hasta las ocho, cuando, sonrojados por el ejercicio, vuelven a sus casas. El viernes sigue la fiesta, esta vez en el hogar de ancianos.
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