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La 'chacha' ideal es un polaco

Las filipinas y los matrimonios del Este son los sirvientes que prefieren las familias ricas

Francisco Peregil

Trabajar como sirvienta interna implica en muchos casos cocinar una tortilla francesa a las once de la noche -"si no es molestia"-, un domingo en que en teoría se libra; o ejercer de niñera durante las 24 horas del día. Labores éstas que relegaron las españolas por insalubres y mal pagadas. Un estudio elaborado por el colectivo de sociólogos que refleja que, entre las extranjeras, las filipinas y los matrimonios polacos son los más solicitados.

Su capacidad de sumisión y cultura fueron en muchos casos factores decisivos en el momen to de la elección. La cultura de las sirvientas extranjeras es su perior a la de las españolas. Además, son más jóvenes y piden menos dinero. No es de extrañar, por tanto, que el servicio doméstico como interna, abandonado durante la última decada por las españolas, esté ahora en manos de marroquíes, senegalesas, portuguesas y filipinas, repartidas por La Moraleja, Majadahonda y otras zonas residenciales. Tanto bajó el servicio completo que el padrón de 1986 reflejó que sólo un 7% de las criadas españolas trabajaba en esta modalidad. Al hablar de las extranjeras, la cifra se invierte: más de la mitad (el 56%) traba jan como internas.

El informe, que fue encarga do por la Oficina Internacional del Trabajo, con sede en Ginebra, refleja que casi la mitad de las sirvientas extranjeras que trabajan en España saben leer. Si además provienen de Filipinas o Centroamérica gozarán de fama de sumisas.

"Respondonas"

Los sociólogos señalan que las amas de casa madrileñas valoran el disponer de una interna portuguesa. Sin embargo, las empleadoras entrevistadas por el equipo aseguran que las portuguesas "han espabilado y se han vuelto reivindicativas"; es decir, no aceptan humillaciones, son "respondonas" y cambian de empleo cuando no se sienten bien tratadas.

Estas circunstancias determinan que las amas de casa prefieran a las filipinas, debido a que son "más suaves" en el trato y no cuestionan directamente el principio de autoridad. Otro factor favorable a las filipinas, al menos para ciertos empleadores, es su dominio del inglés, que les permite dar conversación en ese idioma a los hijos de la familia.

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Mientras las filipinas desean volver pronto a su casa, las marroquíes, por el contrario, no se lo plantean, aunque su modo de vida es bastante peor que el de aquéllas, en términos generales. En zonas residenciales de urbanizaciones dispersas como Majadahonda se han llegado a encontrar viviendas de marroquíes con 17 personas. Ellas piensan que los españoles les tienen miedo -miedo a lo desconocido- por diferencia de costumbres y religión.

Algo muy distinto ocurre con las polacas, quienes forman la élite intelectual de las sirvientas madrileñas. El 40% de ellas tienen estudios universitarios, otro 40% son técnicos medios y el resto dispone de bachillerato. Según datos de la policía, puede haber en Madrid en tomo a 10.000 ciudadanos de países del Este, y aunque sean colonias con mayoría de hombres, la mayor parte de las mujeres trabajan en el servicio doméstico.

Una característica propia de los empleados polacos es la gran aceptación que han tenido entre las clases altas, que han demandado numerosos matrimonios de esa nacionalidad. Esta preferencia, debida al alto nivel cultural de la colonia, disminuye si no se muestran tan dóciles como se les supone.

En el caso de los matrimonios que trabajan con hijos, estos últimos viven también en la residencia del empleador. Residen en la periferia sureste (Móstoles, Parla, Fuenlabrada ...), y en pequeños pueblos como El Molar y Galapagar. Como el interés principal de las colonias de países del Este es viajar a Estados Unidos, Canadá y Australia, tienden a no alejarse mucho de sus embajadas, situadas en Madrid.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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