La campaña electoral en Italia pasa de puntillas sobre los grandes problemas
La campaña para las elecciones del 5 de abril en Italia, anticipadas por la incapacidad del Gobierno para reformar un sistema político caduco, según el presidente de la República, Francesco Cossiga, o por la necesidad de acelerar tales reformas, según el presidente del Gobierno, Giulio Andreotti, avanza en el más absoluto silencio sobre éste y otros temas fundamentales para la política italiana.
Los partidos han debatido hasta ahora, casi un mes depués de que las elecciones fueran convocadas, sobre las presuntas responsabilidades del ex líder comunista Palmiro Togliatti, muerto en 1964, en el exterminio de italianos en la URSS de Stalin y sobre el tema más actual de la objeción de conciencia. Pero la polémica amenaza con volver al pasado, ya que una comisión parlamentaria ha comenzado a hacer preguntas incómodas en torno a la muerte del ex primer ministro democristiano Aldo Moro, asesinado en 1978 por las Brigadas Rojas. Y corre el rumor de que Cossiga podría dar el golpe espectacular de declararse culpable de aquellos hechos, que él vivió como ministro del Interior, para transferir luego toda la responsabilidad a la Democracia Cristiana.El debate sobre Togliatti todavía colea, y no va a más porque los democristianos entienden que puede tener el efectobumerán de potenciar el voto de izquierdas.
La polémica sobre la objeción de conciencia es más sustanciosa, en la medida en que afecta a unos cinco millones de votos, pero no más sustancial, pues se refiere a una cuestión de procedimiento planteada por Cossiga.
Unanimidad
La nueva ley, que admite la objeción puramente subjetiva, fue aprobada unánimemente por este Parlamento y devuelta a las cámaras por el presidente de la República minutos antes de disolverlas. Democristianos y excomunistas sostienen que el Parlamento disuelto sigue teniendo capacidad de regular este tema, importante para la Iglesia y para la izquierda. Cossiga y sus aliados socialistas, liberales y neofascistas lo niegan.Muchos italianos, a falta de sondeos fiables, se declaran absolutamente ajenos a un debate que ignora los graves problemas del país -como el déficit público, la penuria de servicios, la partitocracia, la Mafia- y potencia el protagonismo de unos políticos que por primera vez luchan por la preferencia única con invectivas que tienden más a repetirse que a resultar ingeniosas.
El presidente Cossiga, por ejemplo, sigue siendo el gran protagonista de una campaña a la que no está llamado y para la que ha resucitado el fantasma de un nuevo "compromiso historico" -que fue el contexto de la muerte de Moro- en el que resume todos sus ataques recientes a la DC y a los ex comunistas. El hecho es que sus únicas posibilidades de lograr un tercer mandato y permanecer en la política vendrían con un debilitamiento de ese centro tradicional suficientemente agudo como para que la elección del próximo jefe de Estado dependa de sus aliados y de las ligas regionales. No es probable que eso ocurra.
Gianni de Michelis, ministro socialista de Exteriores, que orienta su campaña hacia la presidencia de la Comision Europea, es el único político que ha constatado que no se está hablando de los temas que de verdad interesan a Italia.
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