Alberto Tomba y su discípula, Deborah Compagnoni, elevan a Italia a la gloria
Alberto Tomba dijo nada más llegar a Val d'lsere, con el tiempo justo para participar en el eslalon gigante, que quería ir a Japón, para las siguientes pruebas de la Copa del Mundo, con algo más de peso en sus maletas: dos medallas de oro. 24 horas después logró una. El italiano se impuso en el gigante tras una apretada y emocionante lucha con el luxemburgués Marc Girardelli, la otra gran estrella del esquí mundial. El día fue completo para Italia. Deborah Compagnoni, auténtico doble femenino de Tomba, con quien se entrena, mostró su gran forma y venció en el supergigante.
Alberto Tomba es la atracción y la expectación. Un deportista espectáculo por su forma de ser, extrovertido, incapaz de mantener la vida espartana que a casi todos exige estar en la élite. Tomba ha roto todos los moldes del esquí demostrando que la concentración en la alta competición no está reñida con la diversión. Gustavo Thoeni, gran rival de Francisco Fernández Ochoa y una de las grandes figuras del esquí de todos los tiempos, lo recordó ayer: "A Tomba hay que entenderle y dejarle. Todo entrenador que quiera cambiar su carácter o su forma de encarar el esquí no podrá con él y fracasará".La Bomba, como se le conoce en el circuito, volvió a confirmar que su preparación psicológica, tan particular, funciona a la perfección. Surgido al estrellato antes de los Juegos Olímpicos de Calgary, hace cuatro años, ganó en ellos las dos medallas de oro del gigante y del eslalon, las únicas especialidades que practica, y demostró que también era capaz de triunfar en las ocasiones clave.
En esquí, según se está viendo también en estos Juegos, es muy dificil aprovechar el momento justo aunque se tengan las mejores referencias. El ejemplo del suizo Paul Accola, gran fracasado hasta ahora, es elocuente. Líder de la Copa del Mundo y el único que ha frenado esta temporada a Tomba, volvió a quedarse sin medalla ayer, desplazado por el sorprendente noruego Aamodt. El vencedor del supergigante logró la medalla de bronce.
Un duelo apasionante
Pero la historia del gigante de ayer estuvo en el duelo Tomba-Girardelli, los dos hombres más carismáticos del esquí mundial. El luxemburgués, ya medalla de plata en el supergigante, volvió a rozar la gloria, pero cumplió sobradamente tras exhibir su calidad exquisita. Tomba salió en la primera manga en sexto lugar. Maravilló con su estilo potente, seguro, dando esa sensación de que el fallo, tan normal en el esquí, en él es mucho más difícil.
El trazado, con 47 puertas y un desnivel de 384 metros, no era muy rápido, pero sí muy técnico, lo que requería un ritmo sostenido. El -día, tras la tempestad del día anterior, era espléndido para nuevo gozo de los afortunados organizadores, y la nieve era dura, pero no helada, pese a la baja temperatura: inferior a los 10 grados bajo cero. Parecía nieve artificial.
La primera parte del recorrido era clave para coger el ritmo, pues a continuación resultaba muy difícil controlar la velocidad, especialmente en las puertas que se tomaban de izquierda a derecha. Tomba, con su enorme potencia de piernas, marcó los mejores tiempos de paso -18.92 segundos en la parte alta y 38.89 en el intermedio- y sólo cedió algo al final, al relajarse tras el último muro: 1.04.57 minutos. Con ese registro superaba a Aamodt (1.04.81), que salió en primer lugar. Accola, sólo esquiando mejor en la pared final, hizo después 1.04.88.
Pero la pista empezaba a estar difícil y buena prueba de ello fue la caída del italiano HoIzer o los apuros de su compatriota Bergamelli. El tiempo de Tomba parecía imbatible. Pero con el dorsal 14 salió Girardelli. Con ese apellido de origen italiano, pero austriaco de pura cepa y ahora nacionalizado luxemburgués, el día iba a ser de gozo transalpino.
El cuádruple ganador de la Copa del Mundo, un esquiador polivalente y técnico por excelencia, pero que sabe arriesgar (buena prueba de ello han sido las lesiones que ha sufrido), hizo una manga espléndida. Sin embargo, también cometió el fallo que le iba a costar la medalla de oro que aún le falta en su brillante palmarés.
Cedió 21 centésimas sólo en la parte alta de la pista a Tomba, pero perdió la trazada tras una puerta en la mitad, y pasó con 69 de retraso. Sólo su gran final arregló el desaguisado y con 13 centésimas respecto al italiano dejó abierta la puerta de la esperanza.
Todo se jugaba ya en un margen mínimo y esas 30 o 40 centésimas perdidas por Girardelli iban a ser decisivas. Tomba venció también en la segunda manga por 19 centésimas, 1.02.41, frente a 1.02.60, y el total que separó el título olímpico de la medalla de plata fue de 32 centésimas.
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