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EL CONFLICTO DE LOS BALCANES

La tragedia de ocupar la casa de otro

5.000 refugiados serbios colonizan las tierras abandonadas en la huida por los croatas

Cinco mil campesinos serbios de los pueblos desparramados por las laderas de Bilogora, montaña situada en Eslavonia occidental, han sido instalados en las casas abandonadas por los refugiados croatas en Baranja, región agrícola en Eslavonia oriental, bordeada por el Danubio y la frontera húngara.

"La policía militar llegó una noche y nos dijo que teníamos que abandonar el pueblo", cuenta Milovan, de 71 años, oriundo de Sibenik, pueblo de 100 casas inexistente en el mapa. "Antes de la cosecha", cuenta este hombre fuerte, que viste uniforme militar en ausencia de otra ropa. "Nos dijeron que los ustashi [fascistas croatas] nos iban a atacar, y nos organizamos para hacer guardia en el pueblo. Un día nos rodearon. Nos vimos obligados a huir. Mi mujer salió durante el día y yo de noche. La perdí. Viajé en tractores cuatro días y cuatro noches. Por fin llegué a Belgrado donde nos metieron en autobuses para traernos aquí", relata Milovan.Es el segundo éxodo del anciano: el primero fue en 1941, cuando frente a la amenaza ustashi fije evacuado a Serbia. Medio siglo después, la historia se repite. A Milovan, un hombre solitario, ya que no tuvo hijos y ha perdido a su mujer, le tocó una modesta casa en el pueblo Kozarac, abandonada por uno de los 15.000 croatas que huyeron de Baranja en agosto pasado, cuando se iniciaron los combates. "Estoy en la casa de otro desgraciado como yo", dice Milovan. "Él se lamentará en otra parte y, yo aquí. Corto su madera .para calentarme. Yo también dejé 251 metros de madera enfrente de mi casa. Alguien la utilizará. Si un día el dueño llega a expulsarme tendrá toda la razón. Esto no es mío". Los ojos del anciano se llenan de lágrimas: "Lo más importante no me lo pude llevar conmigo: la tierra y los cerdos".

Las nuevas autoridades políticas en Beli Manastir, capital de Baranja, riquísima región agrícola con 54.000 habitantes en otro tiempo y ahora con 18.000 menos -tras la salida de 15.000 croatas y húngaros y otros 3.000 serbios, que rehusaron combatir-, no tienen la sensibilidad campesina para la propiedad. Prohibieron la vuelta de todos aquellos que antes del 25 de septiembre no acudieron a luchar en Baranja. El éxodo masivo dejó pueblos enteros vacíos; los complejos agroindustriales, sin mano de obra, sobre todo la profesional. La mayoría de los refugia dos croatas, húngaros y serbios no combatieron.

"Que vuelvan y luchen"

"No podemos aceptar la vuelta de los que no lucharon en contra nuestra pero tampoco nos defendieron", explica Dragan Dasic, vicepresidente del consejo municipal de Baranja. "Hicimos varios llamamientos para que vuelvan y luchen. Si no lo aceptaron, ¿por qué los que se han ido deben tener los mismos derechos que los que han permanecido?".

En Baranja, donde convivían croatas, serbios y húngaros, ya no hay partidos políticos. "Están congelados mientras discurre la guerra", dice Dusanka Moincilovic, secretaria ejecutiva del municipio. El Gobierno de Eslavonia Baranja Srem occidental decretó el trabajo obligatorio para todos los que no luchan en el frente. Todo el mundo recibe el mismo salario en esta "zona liberada": unos 80 dólares. De Baranja se sale sólo con un permiso militar. Por el sur y el oeste no hay paso debido a los combates en las cercanías de Osijek. Para entrar en Serbia hay que atravesar el puente sobre el Danubio, controlado por el Ejército.

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Los burócratas no se lamentan por los que se han ido. De todos modos se han apoderado de sus pertenencias y su ganado, distribuyéndolo en Serbia y utilizándolo para sus propias necesidades. "A alguna gente le tocó heredar una vaca, pero ni siquiera la ordeñan, porque saben que no les pertenece", comenta Milovan, y explica cómo el comité de crisis distribuye pan y patatas entre los refugiados.

Branko Raseta, refugiado de Bilogora, se instaló en la casa de al lado de Milovan, junto con su mujer, dos hijos y los nietos. "En 1941 fui refugiado en Serbia, y ahora otra vez. Sólo que ahora me parece peor", cuenta Branko. "Entonces uno sabía sólo lo que pasaba en el pueblo de al lado. Ahora hay televisión. En mi pueblo sólo veía la televisión croata, que decía que los serbios éramos culpables de todo. Ahora, cuando hay luz, vemos la televisión de Belgrado, que muestra las matanzas que han realizado los ustashi en la población serbia".

Recuerdos

Branko no logra reconstruir cómo empezaron los problemas en su pueblo. Recuerda que las autoridades de Zagreb armaron primero a los pueblos croatas y enviaron a los mercenarios. Luego el Ejército distribuyó las armas entre los serbios. "Nuestros vecinos croatas en los pueblos cercanos no tenían la culpa. Sé que muchos lloraron cuando nos fuimos, pero no podían mostrarlo, hubieran tenido problemas".

Este hombre recuerda que su familia se instaló en Bilogora en el siglo XV. "Desde 1600 hacían siempre lo mismo: labrar la tierra, criar ganado y luchar para defender las propiedades austriacas y húngaras de los turcos". Branco sostiene que antes de la llegada de Franjo Tudjman al poder no había problemas: "Vivíamos juntos". Sin embargo, "yo nunca he vivido en Croacia: soy serbio y vivía en Yugoslavia". Luego matiza: "Es cierto que Serbia es la república madre, pero mi Yugoslavia es Eslavonia, es Bilogora. Siempre he vivido allí".

Las autoridades políticas en Beli Manastir sostienen que la llegada de los 5.000 serbios a Baranja es temporal, negando que se trata de una política diseñada para cambiar el mapa étnico de la zona. Sin embargo, a diario hacen llamamientos para que lleguen nuevos colonos a poblar las casas vacías.

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