Disolución "a ritmo de telediario"
Julio Anguita se ha negado a que le impongan el ritmo y el proceso de disolución del PCE "a ritmo de telediario", según la expresión que ha usado para describir la prisa de quienes querían poner hora al entierro de las siglas del partido. Hace poco reconocía que "algún día el alma inmortal del PCE tendrá que transmigrar", pero su dilación en adoptar gestos inequívocos de haber aceptado como irreversible la defunción ha acabado por alimentar la inquietud de quienes estiman que la muerte del PCE es indispensable para que germine IU. Anguita se ha revuelto contra la pretensión de organizar un funeral en vida y contra una imposición de personajes a los que en su fuero interno reconoce escasa representatividad. Un reproche que choca con una realidad: que IU, pese a los frágiles mimbres que la componen, ha recuperado una fuerza electoral que perdió el PCE.Tal vez por respeto a un sentimentalismo, comprensible pero quizá también ofuscado, de muchos militantes comunistas que se resisten a disolver su partido, e incluso a ceder un patrimonio construido con ahorros y sacrificios personales, Anguita se ha colocado en una posición defensiva frente a la conversión de IU en una única fuerza política. En esa posición defensiva ha perdido márgenes de maniobra e incluso se ha situado en contra de una opinión compartida por prestigiosas personalidades de su propio partido, como Antonio Gutiérrez, Nicolás Sartorius o Fernando Pérez Royo, y que han calado en la opinión pública, por más que él recele de las versiones que se publican.
Su permanencia como secretario general del PCE, el cargo que por ahora le confiere su principal fuerza política, indica que su decisión de ayer no conlleva una renuncia definitiva a su protagonismo en IU. Más bien muestra un pulso por contener una presión que interpreta como una injerencia en los asuntos del PCE, pero que difícilmente se puede considerar tal si se recuerda que él habla ya del PCE-de-IU.
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