El cine comienza a explotar los éxitos de la television
Hubo una época en que el cine no quería saber nada de la televisión. Si algún cineasta se pasaba al enemigo, como hizo Hitchcock con su legendaria serie, la colonia cinematográfica lo consideraba una traición. 40 años después, el desdén ha dejado paso a la complicidad. Hoy, más que nunca de un medio a otro pasan actores, directores, títulos o ideas, y a nadie le extraña que Twin Peaks pase de la televisión al cine o que la superproducción La familia Adams, de próximo estreno, aproveche como película el tirón popular de una vieja comedia negra televisiva.Pero el tránsito de un medio a otro no se hace sin riesgos. El cine y la televisión están juntos, pero no revueltos. Hay películas de gran impacto en taquilla que fracasan como series, y series que patinan como películas. La audiencia en televisión, incomparablemente superior a la de cualquier otro medio, es uno de los argumentos inapelables que ha vencido muchas reservas entre la gente del cine.
La familia Adams, una superproducción de 30 millones de dólares, con Anjelica Huston y Raúl Julia en el reparto, vuelve en realidad sobre el cartoon original que dibujó Charles Adams para la revista New Yorker desde los años treinta. Pero, como afirma su productor, Scott Rudin, "nos viene muy bien que la serie de televisión nos proporcione ya una audiencia hecha". Sobre todo ahora, que las series de los años cincuenta y sesenta están despertando una nueva pasión en las cadenas por cable norteamericanas.
Parecido cálculo es el de la televisión cuando aprovecha los éxitos de la pantalla grande para explotarlos como series. Es ésta una forma fácil de garantizarse la atención de la audiencia. Es también una forma de ahorrarse el programa piloto de la serie, cuyo coste puede rondar los tres millones de dólares.
El hecho es que desde 1989, las secuelas de películas -Bagdad Café, Baby boom, Beetlejuice, Sugarbaby, Casada con todos, Dirty dancing, Mira quién habla, Armas de mujer- se han multiplicado por dos respecto a temporadas anteriores. Lo cierto es que muchas veces en la versión televisiva sólo queda el título: nada de lo que gustó en el cine. En el camino suele quedar también el lucido (y caro) reparto de la versión original.
El prestigio creciente de la televisión y su dinero son, por otro lado, estímulo al reciclaje de profesionales del cine hacia este otro medio desdeñado en tiempos. Hasta comienzos de los años ochenta, en Hollywood los grandes nombres ni se molestaban en coger el teléfono para hablar de televisión. Pero la existencia de series de calidad, como Canción triste de Hill Street, y el retorno de prestigiosas antologías actualizadas, como Alfred Hitchcock presenta Historias asombrosas, de Steven Spielberg, consiguieron atraer a la pequeña pantalla a directores de la talla de Martin Scorsese. "Hay verdaderamente pocas diferencias estos días entre la forma de rodar para televisión y la de hacerlo para el cine", sostiene Joe Dante, uno de los últimos reclutados.
A la televisión, por su parte, le interesa capitalizar los nombres emblemáticos del cine, que venden el programa por anticipado. David Lynch y Twin Peaks son un caso reciente, aunque sus resultados, en audiencia, sean discutibles.
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