Maud Westerdahl, artista
El fallecimiento de Maud Westerdahl, artista francesa afincada primero en Tenerife y luego en Madrid, despoja a la generación surrealista que se creó en Canarias antes de la guerra civil de un testigo excepcional, acaso el penúltimo, de los hombres de aquel tiempo. Esposa del gran pintor Óscar Domínguez, fue luego la mujer de Eduardo Westerdahl, el crítico de arte que con Domingo Pérez Minik puso en marcha la aventura de Gaceta de Arte, una revista en cuyo torno se aglutinó la generación canaria del 27 y que cuajó en 1935, antes de la contienda, la exposición surrealista internacional, a la que vino André Breton. Maud Westerdahl, mucho más joven que ellos, era también una creadora que aplicó nuevas técnicas al arte de la cerámica y que en ese universo introdujo una simbología surrealista heredera de la pasión que compartió con sus compañeros. Con Eduardo Westerdahl construyó una extraordinaria colección de arte contemporáneo y con todos ellos compartió una larga relación con los grandes artistas europeos de su tiempo, desde Picasso a Kandinsky. Su concepción de la vida y su actitud la convirtieron en una adelantada de la modernidad, y, a pesar de la fragilidad creciente de su salud, vivió hasta el último momento con el implacable buen humor que distinguió también a los que fueron sus compañeros en la vida. Deja un hijo, Hugo, que es músico.
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