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Los bancos centrales, divididos sobre el papel del Instituto Monetario Europeo

Andreu Missé

El proceso de constitución de la Unión Económica y Monetaria está encontrando más dificultades de las previstas. El último tropiezo se registró en la reunión de gobernadores de los bancos centrales de los Doce celebrada en Basilea el pasado 28 de octubre. Las posiciones de los gobernadores se alinearon en dos grupos que se enfrentaron abiertamente a la hora de decidir el papel del futuro Instituto Monetario Europeo, (IME). Estas diferencias intentaron superarse el pasado lunes, sin éxito, en la conferencia intergubernamental, en la que España está representada por Manuel Conthe, director del Tesoro, y Julio Durán del Banco de España.

El IME, embrión del futuro Banco Central Europeo, desarrollará sus actividades durante la segunda fase de la Unión Monetaria (desde enero de 1994 hasta diciembre de 1997). El debate se estableció sobre la base dé la propuesta presentada por Holanda. Un primer grupo, liderado por Alemania, pretende reducir al mínimo las competencias del IME. Frente a esta posición, los países latinos -Italia, España y Francia-, promueven un IME con mayores poderes, según fuentes próximas a las negociaciones. No obstante, el frente de la discusión es mucho más complejo y, en algunos aspectos, Francia y Alemania defienden la misma posición frente al resto de países.En el fondo del litigio laten los temores y reticencias mútuas de Francia y Alemania, alentadas por el mayor protagonismo que ha ido adquiriendo este último país, tanto por del proceso de unificación, como por los cambios surgidos en los países del Este que han convertido a la primera potencia económica europea en el centro de gravedad de otros países como Checoslovaquia, Polonia y Hungría.

Así, por una parte, Alemania se resiste a perder soberanía sobre la política monetaria hasta que no exista el compromiso firme de los países que integrarán la Unión Monetaria en una primera fase de aplicar la misma disciplina y rigor que actualmente administra el Bundesbank. Por el contrario, Francia intenta un pronto compromiso alemán, ya que a medida que aumenta la influencia de este país en la Europa central, cobran más fuerza el marco y el Bundesbank y, en consecuencia, será mayor el peso de este organismo en el diseño del futuro Banco Central Europeo.

Las discrepancias

Los puntos de discrepancia de los gobernadores se refieren a la elección de la dirección del IME, a su sistema de financiación y, sobre todo, a las futuras relaciones entre los países que se integren en la Unión Monetaria y el resto.

En relación con la presidencia, Alemania -con apoyo de Holanda, Dinamarca y Reino Unido- sostiene que ya que en la segunda fase, la política monetaria sigue siendo responsabilidad de los respectivos gobiernos, no hay ninguna razón para que el IME tenga más competencias que el actual comité de gobernadores de los Doce, y, por tanto, propone que la máxima autoridad del instituto sea elegida por los propios gobernadores. Por su parte, Francia, Italia y España opinan que el IME tiene unas funciones mucho más importantes, -promover el papel del ecu, ordenar los mercados monetarios- por lo que estiman que el presidente del IME es un puesto político que debe ser elegido por el Ecofín (consejo de ministros dé finanzas de la CE).

Sobre la elección del presidente han influido también las reticencias alemenas a aceptar a Jacques de Larosiére, gobernador del Banco de Francia, a quien en principio correspondería el puesto, por estimar que ya serían demasiados franceses al frente de organismos internacionales. Jacques Delors, en la CE; Michel Camdessus en el FMI, y Jean Claude Paye, en la OCDE. El contencioso se ha resuelto manteniendo como presidente al decano de los gobernadores el danés, Erik Hoffmeyer.

Para la financiación del IME, los alemanes con el mismo criterio de minimizar el papel del instituto, proponen que la obtención de recursos se realice mediante contribuciones periódicas. Por el contrario, los países latinos que aspiran a dotar a este organismo de una mayor autonomía creen necesario que el instituto cuente con un capital propio para sufragar su funcionamiento y activiadades.

El punto más polémico es el que regula las relaciones entre los países que pasen a incorporarse a la Unión Monetaria al inicio de la tercera fase, en 1988, (en principio, Alemania, Francia, Holanda, Bélgica, Dinamarca, Luxemburgo y posiblemente Irlanda) y los que queden fuera. Aquí Alemania y Francia mantienen la misma posición, según la cual, sólo deben participar en la creación y en los órganos del futuro Banco Central Europeo (BCE), los países que vayan a participar de entrada en la Unión Monetaria porque cumplan las condiciones de convergencia y así lo deseen.

Esta posición es rebatida por el resto de países que consideran que este procedimiento es contrario al estilo comunitario. En su opinión, todos los países deben participar en la creación del BCE, (aportando capital y estando presente en su órganos de dirección) aunque se acepta que transitoriamente hasta que no se incorporen a la Unión Monetaria tengan sus derechos políticos limitados.

En la práctica comunitaria, la toma de compromisos se ha efectado siempre por unanimidad concediendo derogaciones temporales a los países que no puedan cumplir las condiciones.

La excepción británica

Esta situación es mucho más delicada por la posición del Reino Unido, que tiene el problema político de querer firmar el Tratado, pero en las condiciones diseñadas por Holanda, según las cuales le permite reconsiderar posteriormente el acuerdo y en su caso no aceptar la moneda única. Esta situación de privilegio del Reino Unido no es ya un derecho de derogación temporal de los acuerdos sino un verdadero derecho de exclusión.

Algunos países como Francia y Alemania no parecen dispuestos a aceptar este privilegio y, en todo caso, reclaman un derecho similar para que sus respectivos parlamentos puedan revisar posteriormente los acuerdos que adopten el próximo 10 en Maastricht. Ello supondría que las actuales negociaciones quedasen en papel mojado. Estos países no está dispuestos a admitir la posición británica según la cual "es posible que al final no acepte nada".

Por otra parte, entre los negociadores se ha producido cierta perplejidad por la táctica que sigue la presidencia holandesa de no recoger las distitas posiciones que se están fijando en las negociaciones y mantener la propuesta inicial con lo cual carecen bastante de sentido las actuales negociaciones.

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