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EXITO ESPAÑOL DE LAS COPAS DE EUROPA

El Real Madrid, bajo la ley del mínimo esfuerzo

Cualquier atisbo de emoción lo desbarató muy pronto Hagi. El rumano, un perseguidor indesmayable del gol, se reconcilió consigo mismo y con su fortuna por tanta búsqueda vana cuando, desde unos 25 metros, rebasó a Van Ede con un lanzamiento malévolo. El Utrecht estaba rematado. Ya sólo quedaba esperar a ver si el Real Madrid se decidía a dar el paso al frente en pos del espectáculo goleador o se detenía en un a modo de entrenamiento especial bajo la ley del mínimo esfuerzo. La disyuntiva se aclaró de inmediato. La segunda opción habría de prevalecer. El frío ambiente se fue tornando, pues, más y más gélido. Ni siquiera lo pudieron calentar el Manchester United y el Kaiserslautern con sus tantos, que causaron una gran algarabía entre los ultrasur, porque el Atlético y el Barcelona fueron los clasificados al cabo.Las circunstancias sólo podían derivar en detalles llamativos por parte de los inhabituales en las alineaciones del técnico madridista, el yugoslavo Radomir Antic. Uno de ellos, Maqueda, tuvo la desgracia de lesionarse al comienzo del segundo periodo. Hasta entonces había asumido quizá con más seriedad de la precisa el marcaje del veterano internacional polaco Smolarek, la viva representación del querer y no poder. Sin duda, ya no está para muchos trotes. Michel se apiadó de él cuando le envió un pase ventajoso, pero el otrora rápido extremo equivocó el sentido de su internada, se fue en diagonal hacia el banderín derecho en vez de hacia Buyo y se enredó con el balón entre sus piernas hasta perderlo.

Mayor expectación despertaba cada una de las intervenciones de Alfonso, ese joven y prometedor delantero que se perfila para el próximo futuro blanco. Pero, lo triste para él fue que las perspectivas no coincidieron con sus deseos de aprovechar la oportunidad. Jugando su cuadro a la contra durante casi todo el encuentro, se halló demasiado desasistido. Quiso ensayar sus habilidades en la recepción de la pelota y la dejada instantánea al compañero para escaparse por los huecos, pero ninguno le entendió lo suficiente. Incluso en un par de bazas Luis Enrique y Michel ignoraron sus desmarques para apurar sus individualismos romos. Por añadidura, De Kock le vigiló tan estrechamente que apenas una vez le concedió bastantes metros como para dejarle preparar su mano a mano, en el que no tuvo más remedio que derribarle en el vértice izquierdo del área.

La posible alternativa del desconocido Lasa aún retenía a los aburridos aficionados. Pero Antic prefirió recurrir a Llorente, quien sólo se dio unas cuantas carreras para entrar en calor. Así, no fue de extrañar que, cuando ya al final trenzó una buena combinación, aplaudiesen al Utrecht. De Kruijff sirvió muy bien a Bijl y esté empalmó un espléndido tiro, pero Buyo sí que no estaba de brazos caídos.

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