El intercambio europeo
Sólo el 10% de la producción nacional se estrena en otros países de la CE
ROSA ÁLVAREZ BERCIANO Es fácil constatar esta realidad en la televisión europea. ¿Qué conocen los espectadores de un país sobre la televisión de sus vecinos? Si se exceptúa la televisión británica, poco o nada. Uno de cada 10 programas no tiene la oportunidad de estrenarse fuera de su país de origen, según datos de la Comunidad Europea.
Que son pocos los programas de origen europeo de ficción seriada en nuestra parrilla es evidente. Que están más o menos exiliados de las franjas más codiciadas salta a la vista. Un grano -La Piovra (TVE-1) o las miniseries de Gran pantalla TV (Tele 5)- no hace granero. Para ver la serie Derrick (Tele 5), por ejemplo, -número uno de audiencia en Alemania- hay que esperar a la madrugada. Y el caso de Derrick no es precisamente el más oportuno. Sus éxitos en Holanda y en Italia lo convierten en uno de los raros y potenciales euroshows. Otros aspirantes al paso franco paneuropeo han tenido desigual suerte. Como el detective escocés Taggart, que aquí pasó en TVE sin pena ni gloria, mientras que se ha convertido en la debilidad de los franceses. Y lo mismo puede decirse del popular thriller alemán Tatort (El lugar del crimen), estrenado con discreción en TVE.Las series dramáticas inglesas no tienen mejor destino, especialmente desde la apertura de hostilidades con la llegada de las privadas. Con todo y que los británicos continúan siendo los que más interlocutores encuentran en el continente (y los más cerrados también a lo procedente de fuera), La 2, y a las once de la mañana, suele ser el asiento de estas series. Es el caso de El árbol de jengibre, una producción de la BRC realizada en alta definición, mientras la norteamericana El pájaro espino vuelve a las 23.30. Mejor tratamiento reciben en las cadenas autonómicas (Ha llamado el señor, en Telemadrid, a las 22.00; East Enders en TV-3) y en Canal +, donde ha habido la oportunidad de ver una muestra del mejor humor inglés.
Causas
Las causas esgrimidas para explicar esta mala circulación de los programas europeos dentro del continente -tema especialmente candente cuando está sobre el tapete la polémica cuestión de las cuotas que limitan el porcentaje de programas de origen no europeo- comienzan por enumerar las diferencias culturales y lingüísticas, y acaban apuntando al desfase entre las distintas tradiciones productivas. El hábito de consumo de producciones norteamericanas sería otro factor en contra. Hay quien sostiene que las series norteamericanas se internacionalizan mejor porque sus personajes tienen menos connotaciones culturales. Hay quien sostiene lo contrario. Y no se puede dejar de lado una cuestión clave: el insuficiente número de episodios de la producción europea para garantizar una audiencia a largo plazo.
La duda que se plantean los productores -los analistas pronostican hasta un 350% de crecimiento en la producción audiovisual europea en los próximos cinco años- es coproducir para compartir gastos o producir para multiplicar intercambios. Pero la duda es otra: en la marmita del euroshow, nadie tiene claros los ingredientes.
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