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Francia siguió funcionando a pesar de la huelga convocada por dos sindicatos

El sindicato Force Ouvrière, secundado sin entusiasmo por los comunistas de la CGT (Confederación General del Trabajo), logró ayer trastornar la vida laboral francesa, aunque sin alcanzar el objetivo formulado por su secretario general, Marc Blondel: "Economía muerta durante 24 horas".

Así, si bien no puede hablarse de éxito de una pretendida huelga general, tampoco puede olvidarse que ayer paró el 55% del metro de París, que no aparecieron dos diarios de Lyon ni el popular Dauphiné Liberé, que la Orquesta Nacional de Francia suspendió su concierto nocturno, que un 50% de los autobuses de la capital faltó a su cita, que el tráfico marítimo de mercancías se detuvo casi totalmente, que la producción eléctrica disminuyó en un 20%, que un porcentaje considerable de vuelos interiores fue suspendido y que una tercera parte de los trenes -excepción hecha de los de alta velocidad- dejó de funcionar. El éxito relativo no puede, sin embargo, atribuírselo sindicato alguno. Las recientes manifestaciones de agricultores, funcionarios o enfermeras son expresión de un descontento más profundo y que, de momento, rechaza organizarse.

La vida política francesa, con una mayoría parlamentaria que supera mociones de censura gracias al estado casi cataléptico del Partido Comunista Francés (PCF), es criticada porque no recoge las preocupaciones de los ciudadanos y no sabe resolver el descrédito que cae sobre el conjunto de los parlamentarios por asuntos como el de las falsas facturas o, más recientemente, el de las transfusiones con sangre contaminada.

El presidente Mitterrand, a través de declaraciones públicas, acude a menudo en socorro de un Gobierno sin horizontes, pero últimamente sus palabras también comportan elementos implícitos de crítica para con el equipo dirigido por Edith Cresson, que ha logrado batir en pocos meses todas las cotas de impopularidad de los primeros ministros de la V República.

Ayer, François Mitterrand cuestionó el "rigor antiinflacionista" del Gobierno de Cresson al sugerir "la generalización de las jubilaciones anticipadas entre los trabajadores agrícolas", proponer que el combustible destinado a tractores, cosechadoras y otra maquinaria agrícola "quede libre de impuestos", así como al pedir que "se simplifiquen y se rebajen las exigencias fiscales en los asuntos de transmisiones de explotaciones agrícolas". Una vez más, Mitterrand optaba por dirigirse a los ciudadanos prescindiendo del Gobierno o del Parlamento.

Las palabras del presidente de la República son el contrapunto esperanzador de otras en las que condenó la violencia campesina y a los grupos minoritarios que la practican. Son también un nuevo síntoma de un cambio de orientación económica y puede que política.

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Del "rigor" se pasa a la "inflexión", que el superministro de Hacienda, Pierre Beregovoy, de quien se habla como posible sustituto de Edith Cresson, acepta "porque la coyuntura lo exige", como acepta un hace seis meses impensable aumento salarial del 6,5% para los funcionarios cuando la inflación no supera el 3%. Los rumores que apuntan a un cambio de Gobierno -Edith Cresson ha pedido a sus compañeros de Gabinete que permanezcan localizables y no lejos de París- parecen cada vez más fundamentados.

Los populares guignols del Canal Plus francés se preguntan cada día cómo es posible que Edith Cresson aún siga siendo primera ministra. Y a Mitterrand parecen estar agotándosele las respuestas.

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