Lidia del toro con olor a paella
No sólo -y para empezar- la envoltura del libro en un tópico tan polémico como es una plaza de toros, sino, además, con olor a pincho moruno y en una penumbra fantasmagórica impropia de un ruedo y en clara contradicción con la finalidad del mismo.Me explico: al señor Arribas parece habérsele olvidado el objetivo primordial de su creación artística: poder leer, mirar, ojear libros, y dedicó poco tiempo a la luminotecnia.
El pincho moruno: al visitante de la Feria del Libro de Francfort "le salta a la nariz" el penetrante olor a comida española que -proveniente de la cafetería en el piso superior- se extiende por todo el recinto y ello desde las diez de la mañana. No sólo los ojos y la nariz sufren en la feria; los pies y los zapatos tienen también su martirio, pues la mencionada plaza ofrece como suelo arena de verdad en cantidades suficientes como para que se le llenen al visitante los zapatos.
Si a ello añadimos que para conseguir una bolsa de libros hay horarios fijos y colas interminables (¿un intento de aproximación a la puntualidad alemana?), que el diletantismo y la falta de información de una buena parte del personal empleado son manifiestos y que la amabilidad en atender al público brilla por su ausencia, quedan sólo los libros. Éstos, por lo menos, sí merecen -la pena.-