Fuera de control
LA IMAGEN de un boxeador aturdido y babeante, mortalmente fuera de combate, no puede sorprender a nadie porque en este supuesto deporte la muerte ronda siempre. Es cierto que en cualquier práctica deportiva se asume el accidente fatal. La diferencia es que en el boxeo la muerte no es un riesgo imprevisto. Se apuesta por ella. La competencia, el desafio, está en muchos juegos,'incluso en los de apariencia más inocente. Pero la victoria sobre el contrario no tiene otro precio que la derrota de éste. Se gana al otro, nunca se le destroza. Las mismas artes marciales, potencíalmente asesinas, consisten en esbozar ritualm ente una habilidad y sólo se puntúa el.dominio de una técnica.En el boxeo no basta con demostrar un buen juego de piernas y brazos: debe probarse su efectividad magullando al otro. Y la victoria más definitiva es el fuera de combate. Y el fuera de combate está fuera de control: puede ser una momentánea pérdida de sentido o un irremediable viaje mortal. En los gimnasios, lo primero que enseñan al púgil novato es a quitarse de encima el reparo natural de pegar a otro porque sí. Se desinhibe al debutante enseñándole una serie de golpes que mecanizan la conducta y anulan cualquier atisbo de meditación ética. Meditación que se abandona definitivamente, lo que queda de ella, cuando se sube al cuadrilátero. El primer puñetazo que se encaja es la lección más rápida: desde entonces saben que en el cuadrilátero no hay sitio para dos. O él o el otro. Y que el señorío en este territorio sólo se obtiene machacando físicamente al otro.
Pero el principal culpable de este juego criminal no es el joven que se apunta con el ansia de obtener un dinero que sabe que no puede tener de otra manera. Los principales culpables son los administradores de ese dinero. Ellos no están en el cuadrilátero, sino en el negocio del boxeo. Mercadean con un espectáculo sádico. Un negocio turbulento, con clanes internacionales manejándolo, y en cuyo balance hay unos cuantos boxeadores muertos tras el espejismo de una vida millonaria. La prohibición del boxeo profesional, como ya ha hecho algún país nórdico, evitaría tantas penalidades.
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