Los vecinos de Villaverde desafiaron a la policía
Dos millares de vecinos de Villaverde hicieron frente ayer a la policía en su lucha por impedir las obras destinadas a dar alojamiento cerca del barrio a 88 familias gitanas procedentes del poblado Los Focos (distrito de Vicálvaro). El enfrentamiento originó seis heridos (tres de los cuales son policías, y uno de ellos, alcanzado por arma blanca, necesitó varios puntos de sutura), según los datos oficiales. Los vecinos lograron su objetivo porque accedieron a las obras por un lateral y consiguieron paralizarlas. Y allí permanecían algunos atrincherados anoche, haciendo turnos y durmiendo en tiendas de campaña. "Aquí estaremos", explicaban, "hasta que nos firmen que van a construir un parque, no un poblado para personas que venden droga".
Este conflicto comenzó hace un mes con las primeras actuaciones de los vecinos contra las obras (asalto al piso piloto de las futuras casas prefabricadas). La pasada semana, representantes de payos y gitanos se reunieron en la Delegación del Gobierno, y los patriarcas de esta etnia se comprometieron a impedir el tráfico de drogas. Sin embargo, los representantes vecinales exigieron que firmaran ante notario ese compromiso, así como que las autoridades velaran por su cumplimiento. Cuando todo parecía en vías de solución, los representantes vecinales volvieron a encastillarse en su oposición al asentamiento gitano.Ayer, los comercios de Villaverde Bajo y Perales del Río interrumpieron por la mañana su actividad. Secundaban así la convocatoria de la coordinadora vecinal que se opone al asentamiento gitano de Los Molinos, situado a cerca de un kilómetro del barrio de Los Rosales (distrito de Villaverde), donde viven 25.500 personas.
Tampoco los niños acudieron a clase, y acompañaron a sus padres en la manifestación que a las 9.30 enfilaba la carretera de San Martín de la Vega. El delegado del Gobierno, Segismundo Crespo, había ordenado a los policías que no cargaran indiscriminadamente contra los manifestantes si entre ellos había mujeres y niños.
Un despliegue policial aún más amplio que el del día anterior esperaba a los manifestantes a su llegada al lugar de las obras: 150 hombres, dos tanquetas, dos botijos lanzaagua y un helicóptero. Los incidentes comenzaron cuando los concentrados en las primeras filas forcejearon para saltarse la barrera policial. Los agentes lo impidieron con sus porras.
Los vecinos afirmaban que los porrazos policiales le habían abierto una brecha en la cabeza a un hombre, y calculaban que, en total, unos 20 manifestantes habían sufrido contusiones.
El único detenido fue un individuo que esgrimió una navaja en los primeros momentos de la concentración. Los representantes vecinales aseguraban que esa persona no iba con ellos: "Se trata de un conocido delincuente del barrio".
Poco después de estos primeros y únicos incidentes violentos, los vecinos consiguieron acceder a las obras por un lateral. Para llegar a su objetivo emprendieron una carrera a través de la escombrera, mientras los antidisturbios y el helicóptero de la policía -que ejecutó varios vuelos rasantes, pese a la presencia de tendido eléctrico- intentaban cerrarles el paso. Media docena de obreros que trabajaban en la canalización del futuro saneamiento abandonaron el tajo ante la avalancha vecinal. Dos mujeres se sentaban encima de unos tubos, desplegaban sendos paraguas y sacaban el almuerzo ante la certeza de que la protesta iba para largo. Los niños jugaban y recitaban a los periodistas presentes las consignas oídas en el barrio.
Una hora y media después de que los vecinos tomasen el lugar del futuro asentamiento hizo su aparición Nicanor Briceño, de 39 años, portavoz de la coordinadora vecinal opuesta a la construcción del poblado gitano. En medio de una salva de aplausos, respondiendo a las preguntas de los vecinos y seguido por algunos gritos de "¡Torero, torero!", Briceño cogió el megáfono. "No nos vamos a mover, no nos van a dividir y les vamos a ganar", fue su primera arenga. Y acto seguido añadió: "Os habréis dado cuenta de que nadie es imprescindible", en alusión a su ausencia durante la toma de las obras.
Mientras hablaba, el silencio era sepulcrál. Poco después, seguido de otros representantes vecinales, comenzó a organizar la resistencia. Hacia el mediodía sólo quedaban unos dos centenares de personas en el lugar de las obras, custodiadas por un retén de unos 25 policías. Ya se estaban montando varias tiendas de campaña para pasar la noche.
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