El barman postinero
Antonio Romero, camarero de Chicote . durante más de 50 años, se jubiló anoche
Antonio Romero García ha sido durante casi los últimos 60 años el barman de Chicote, ese local madrileño que Agustín Lara fijó para la posteridad en el requiebro de un chotis. La de ayer fue la última noche que pasó tras la barra en la que acodaron sus sueños figuras como Ava Gadner, que abundaron aún más en la leyenda de este rincón de la Gran Vía. La jubilación de Antonio Romero marca el final de una era.
Es hijo de Ana García, la señora que ha sido testigo de los 92 años de su vida hasta que dio en la ceguera de tanto coser botones de encargo. Una mujer que aún hoy vive sin pensión con que mercar una cebolla para aliñar el picantillo de la vida. Es hijo de don Ildefonso Romero, minero fallecido a los 33 años por causa de silicosis. Él, Antonio Romero García, con el hatillo de los 65 años de su jubilación bajo el brazo, abandonó ayer el trono de su vida reinante: el de barman mayor del Reino, o barman de primera que dice él, detrás de la barra donde han acodado su vida, sus sueños, sus melopeas, sus miserias, sus silencios, desde Ava Gadner hasta Dios Nuestro Señor... Nunca se sabe porque, ¿quién, reventón de vanidad o militante de anonimato, no ha vivido, ligado, deseado o soñado en el hoy nombrado museo de Chicote'?Don Antonio es el culebrón (o la casete si se prefiere) de los 60 años de vida del más singular local madrileño, afanado al trabajo por la inmortal sonrisa de Perico Chicote., republicano/ franquista /demócrata que, un día, de dos capones de ley, se trincó a un aristócrata que ofendió a la madre de un camarero.
Gotitas de marrasquino
Don Antonio medio deja entender: "No ve lo gilipollas que ha sido mi vida". Pero sabe más que algún diablo, es decir, más que el barman que le puso su marchamo al mojito criollo, su cóctel de fiestas de guardar, de azúcar, hierbabuena, limón natural, ron cubano, unas gotitas de marrasquino y soda hasta cumplir con el vaso, alto.
Fue Hemingway el primer gran borracho de la Europa de las guerras española y mundial quien mojiteó como nadie. Don Antonio refunfuña con su señorío de a -diario: "Sufrí mucho, pero los últimos tiempos han sido mejores por la clientela; más cercana".
Él es la enciclopedia del mostrador más cortejada del siglo. Él puede cuchichear todo sobre Negrín, y sobré José Antonio Girón, aquel ministro franquista que se recogía en el recoleto rincón de la izquierda, entrando en el local, solo y con un libro que leía hasta que la hora del cierre lo despedía.
Don Antonio ha sido un observador del universo desde su barra reina con su coctelera bailando en el aire como si dirigiera la partitura que, la semana última, escribió Roberto Verino, el ganador del galardón a la mejor colección de la Pasarela Cibeles, al solemnizar: "La moda es que se quieran, que se sueñen y que se toquen". Pues eso mismo ha sido la biblia de don Antonio para la parroquia del local.
Don Antonio lo sabe casi todo del libro rojo del franquismo, y de Domingo Ortega, Jacinto Benavente, Litri, Cela, de las señoritas que usaban el libro de estilo (escrito por Chicote) y lo cumplían a rajatabla.
Después vino la democracia, y la reconversión de Chicote a base de la gente del día: Jorge Berlanga, Ramón Mendoza si anda en campaña electoral, Concha Campoy, ¿y para qué seguir?: toda la prole del pos-socialismo. Pero don Antonio será por los siglos de los siglos un sabedor licenciado en silencios históricos o en mutis sobre chascarrillos cual el que sigue y que jamás cuenta: en una juerguecilla en Chicote, la innombrable Ava Gadner le soltó a quemarropa al amo: "Perico, tu bar ser de putas, yo ser una puta".
Hoy repicarán las campanas de la nostalgia de las Españas por la única nostalgia con pase para el espectáculo: el futuro. Don Antonio, como Picasso en su cosa, barrió el siglo. Es ya, en Chicote, otra civilización.
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