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La última oportunidad

Kaitum, 24 años, licenciada en psicología por la Universidad de Rabat, me acaba de enviar una postal desde España: "He encontrado trabajo en un restaurante. Me quedo en Madrid". Kaltum salió de Rabat antes del verano después conseguir un visado de turista por un mes. Tenía la intención de regresar a Marruecos en el otoño y reanudar su doctorado en Casablanca. Eso es al menos lo que dijo en la frontera. Kaitum se ha convertido así en una emigrante ilegal.Kaitum puede considerarse afortunada. Otros muchos no lo han conseguido. A diario centenares de magrebíes se amontonan en las puertas de los consulados de España en Marruecos y pugnan por obtener los papeles del visado para una semana o un mes -da igual la duración- que les permitan entrar legalmente y sortear los controles aduaneros. Después iniciarán una larga aventura clandestina en España con la esperanza de legalizar su situación.

Pero para llegar a España Kaitum se ha visto obligada a sortear una carrera de obstáculos y de pícaros que han ido creciendo de forma inesperada en las colas de los consulados. Por cantidades que oscilan entre los 50 y 100 dirhams -1 dirham vale 12 pesetas- se venden las plazas de las colas de los visados y se asegura así el derecho de entregar los impresos. Para los menos; pacientes existe la posibilidad de contactar con los falsificadores de visados, que por cantidades exhorbitantes, que llegan a rondar los 3.000 dirhams, les entregarán un documento "más bueno" que el verdadero. Pero muchos de estos "servicios" son inaccesibles a los ciudadanos, que acaban embarcados en las pateras.

Esta, oleada de inmigrantes clandestinos ha crecido ostensiblemente desde el pasado mes de julio, cuando el Gobierno de Madrid dictó una amplia y generosa amnistía que permite a los inmigrantes ilegales en España regularizar su situación. Nadie de la Administración pensaba que esta medida sería un reclamo para los inmigrantes ilegales.

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