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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

El cierre de librería y la dureza de la memoria

Hoy me entero de que éste será el año en que cierren más librerías.Quién iba a decirnos que serían las librerías las víctimas propiciatorias; precisamente las más modestas fueron las primeras en caer.

Es duro hacer memoria y preguntarse qué fue de La Oveja Negra, País, León Felipe, La Colmena, Pantos, por citar sólo algunas con una dilatada trayectoria antifascista.

Tiempos duros aquellos de las pintadas nazis en los escaparates destrozados por los cócteles mólotov o los grises montando guardia en la puerta de Fuentetaja, pero no lo son menos éstos para aquellos que tenemos que sacar cada domingo nuestros libros al Rastro para poder subsistir, pues ni la Feria del Libro nos salva.

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Librerías, tantas de ellas, que en su día lo mismo sirvieron de buzón para el Mundo Obrero que para una reunión clandestina del PC (ML), que para la confección de un informe del PC en el exilio. Librerías nostálgicas de la visita policial con cita en la DGS por vender Atila en Galicia, procesados en 1980 por echarse un pulso con el Gobierno de UCD vendiendo el Libro Rojo del cole en la Feria del Libro.

No es que quiera echarle la culpa a ustedes, señores del PSOE, pero ¿es a esta España a la que se referían cuando afirmaban aquello de, "... no la va a conocer ni la madre que la parió..."? Y no es que yo quiera ser pesimista, pero sólo es que los escolares en los años cincuenta teníamos que desplazarnos al centro para comprar la enciclopedia Álvarez y no queremos ni imaginar cómo será el año 2000 con cuatro librerías entre Sol y Argüelles, y en el centro, erigiéndose como un falo gigante, El Corte Inglés, que no duda en negarse a vender los Versos satánicos por defender unos intereses económicos, o donde no entra ningún libro con menos del 40% de descuento.

El jefe del Estado prohibe el descuento y las entidades estatales compran directamente a las editoríales exigiendo el descuento que habitualmente se hace a las librerías, saltándose el canal natural, que son éstas. El público no se corta un pelo a la hora de comprar con el 30% o 40% de descuento, sin pararse a considerar que a lo mejor esos libros fueron robados en la librería de su barrio.

En nombre de tantas generaciones que durante muchos años hemos creído en valores como la cultura y la solidaridad, le negamos autoridad al aserto: "Este país tiene todas las tabernas que se merece".

Para muchas librerías ya llegará tarde cualquier medida que se tome; no las salva ni Dios. Pero si todavía queda un resto de sensibilídad en algún círculo de poder, aprovecho para pedir soluciones:

Una ley de protección a las librerías, que desaparezcan los libros de texto de los colegios que aún practican esta desleal actividad y que se reconozca la librería como único canal de difusión, pues no olvidemos que más de un 50% de los libros se comercializan al margen del canal librero.

Que se desarrollen campañas para estimular la lectura (no deja de ser curioso comprobar cómo se parecen estos telediarios a los del extinto: después de las noticias, los deportes, y a veces hasta toros, si se tercia, pero ni un minuto de libros, si no ha fallecido Celaya o se le concedió a Camilo el Nobel).

Asombra, aunque menos, que con nueve años de mandato del PSOE Se alcance hoy el nada despreciable 63% del país que no lee nada aún.

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