Plaza, descalificado tras festejar su tercer lugar en los 20 kilómetros marcha
Correr o marchar, ese es el asunto. Todos corren, pero en la prueba de marcha se juega con la trampa y el criterio arbitrarlo de los jueces. Es el producto de una especialidad contra natura, cargada además de un peligroso contenido moral. El español Daniel Plaza confirmó todas las miserias de una prueba que está sujeta a continuos escándalos. Plaza concluyó los 20 kilómetros en tercera posición, celebró la hazaña y habló entusiasmado a los periodistas. En esas entró un funcionario cargado de cartulinas rosas y rojas. "¿Es usted Daniel Plaza?". Afirmativo. "Está usted descalificado". Revalidó su título el italiano Damilano ante el soviético Schenikov. Otro soviético, Misiulia, cuarto, fue el favorecido.Plaza corrió en lugar de marchar. Su historial está sembrado de descalificaciones, pero sus deficiencias de estilo son una anécdota en medio del carácter cínico de esta especialidad. La marcha consiste principalmente en atentar contra todas las reglas del atletismo. Si este deporte es una extensión natural de las actividades flisicas del hombre (correr, saltar y lanzar), la marcha es una reducción al absurdo de sus prIncipios. Los atletas deben tener siempre la planta de uno de sus pies en el suelo. De lo contrario, se considera que corren. Es una tarea antinatural. Antinatural y difícil. De ahí nace la picaresca y el contenido casi reaccionario de la marcha.
La marcha sitúa al juez por encima del atleta. El criterio del vigilante decide las carreras. Tres avisos suponen una desealificación. Los atletas son conscientes del carácter arbitrario de su trabajo y no dudan en saltarse las normas. Del primero al último.
Una marcha de 20 kilómetros exige a cada atleta más de 20.000 pasos. En Tokio participaron 35 marchadores. El número total de pasos se acercó probablemente a los 700.000. Tomar nota de cada uno de ellos es imposible y estúpido. Los atletas lo saben, y los jueces también. Queda por tanto el criterio decisorio. A Plaza le vieron correr. A otros, no. Es la miseria de una prueba que ha procurado escenas sangrantes.
Plaza aseguró que sólo había recibido un aviso. Le quedaban otros dos. Los directivos de la delegación española declararon que las dos últimas amonestaciones tuvieron que producirse en los últimos 500 metros, una vez dentro del estadio. Todas estas disquisiciones concluyeron en un recurso oficial, que no fue atendido.
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