Leblanc aprovecha el miedo de los favoritos
La primera etapa pirenaica amaneció tan accidentada que un confuso comienzo terminó propiciando un mediocre final. LeMond cedió gratuitamente el liderato al francés Luc Leblanc mientras la cohorte de favoritos permitió a su vez que hombres como Mottet o Hampsten se uniesen al club de los aspirantes. El mando de las operaciones permaneció desierto durante los 192 kilómetros que distanciaban Pau de Jaca; el pelotón de notables se dedicó a conceder pases de favor para cualquier escapada. Había sido demasiado miedo. Mottet, Leblanc y Richard llegaron a la meta con casi siete minutos sobre LeMond.
No pasará mucho tiempo antes de que pueda elaborarse un juicio completo sobre la etapa de ayer. Quizás basten 24 horas, una vez que concluya hoy la jornada reina del Tour. Y no pasará tanto tiempo porque es posible adivinar que los favoritos se ampararon en la obediencia ciega a unas instrucciones previas para no mover un dedo. Primó la precaución por encima de cualquier otra cosa.Si LeMond abusó de su sangre fría o simplemente ocultó alguna debilidad, lo dictará la etapa de hoy. Si el Banesto desperdició una buena ocasión (tuvo a cinco corredores colocados en el grupo del norteamericano) o simplemente buscó el desgaste del líder también se sabrá muy pronto. Si el italiano Bugno se va a limitar a una paciente espera o es que realmente no las tiene todas consigo encontrará respuesta tarde o temprano. Si todos se equivocaron es posible que le hayan dado alas a un corredor que no era favorito.
La impresión inicial abundó en un sentimiento de frustración generalizado porque el aficionado gusta más de las tácticas sinceras y expositivas. Y esa frustración habrá provocado amplios sentimientos de decepción y rechazo hacia el trabajo del equipo Banesto. En ese sentido, no es del todo aceptable que no exista una gran batalla por el mero hecho de que la meta se encuentre a 30 kilómetros del último puerto y previo un largo descenso. Sin embargo, Echávarri ya había anunciado que no desencadenaría ayer el grueso de su artillería. Lo sucedido refleja en parte sus órdenes iniciales.
Incógnitas
Lo cierto es que proliferó la impresión de que LeMond pudo haberse encontrado en dificultades en las ascensiones a los dos puertos de primera. Fue generalizada, también, la conclusión de que tanto el americano como el Banesto decidieron no intervenir activamente durante la jornada. Este último aspecto no es extraño y puede marcar, en parte, el rumbo de la carrera: tanto LeMond como los hombres de Echávarri se han caracterizado siempre por inclinarse más hacia la precaución que hacia el riesgo no calculado. Sobre la presunta debilidad de LeMond, podemos estar ante un nuevo acto teatral: nadie ha visto al americano hincar la rodilla en los tres últimos años, aunque muchos crean haberlo vislumbrado.Y es que la etapa abusó de algunos golpes de efecto más o menos sinceros. El primer puerto, el col de Soudet, de primera categoría, mostró desde el ataque suicida del soviético Abdujapárov a un primer atisbo de reacción en la pareja Delgado-Bugno, que se situaron algo por delante- de LeMond. En el puerto siguiente, el col d'lchere, de segunda categoría, ofreció un gráfico distinto al viajar LeMond con Induráin y Fignon,inientras Bugno y Delgado perdían cerca de 50 segundos (ambos sufrieron sendas caídas en uno de los descensos). Finalmente, en el Somport, todos viajaron juntos, mientras por delante se habían producido innumerables saltos, grupos de diferente pelaje, pero caminaban sumando minutos corredores de cierto pedigrí. Entre ellos, el francés Mottet y el americano Hampsten. Sin ir más lejos, el actual líder, Luc Leblanc, intervino ayer en un total de seis escapadas, entre saltos y reagrupamientos.
Así, pues, mientras los favoritos se miraban a la cara, simulaban estar fuertes o sentirse muy débiles, váyase a saber, la carrera vivió sin control. Nadie se esforzó por evitar el cambio de liderato (responsabilidad de LeMond), pero tampoco nadie intentó organizar un desgaste mayor (responsabilidad del Banesto). La etapa terminó con el mismo valor que el primer período de un partido: resultado igualado.
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