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De patada y de pago

Inquilinos de una casa con 'okupas' temen que el desalojo sea una "maniobra especulativa"

Los nueve inquilinos "de toda la vida" que desde 1988 comparten con 30 okupas el inmueble de la antigua imprenta Minuesa, en la ronda de Toledo, 24, temen que el anunciado desalojo de los jóvenes squatters oculte "una maniobra especulativa". En la finca está prevista la construcción de 183 viviendas de promoción privada. "Si derriban el pabellón industrial okupado, los pisos podrían resentirse y quedar en ruina, con lo que nuestros derechos de alquilados se irían al traste", asegura uno de estos inquilinos, que pagan rentas cercanas a las 1.000 pesetas.

Okupantes y arrendatarlos -comparten casa y preocupaciones, pero cada grupo se enfrenta a la anunciada demolición desde su propia idiosincrasia, los primeros defienden, con carteles y pasacalles, un derecho a techo; los segundos, su condición de inquilinos.La imprenta Minuesa, una de las más antiguas de Madrid, cerró en el verano de 1988. Pocos meses después un grupo de jóvenes okupaba el pabellón industrial y cinco viviendas vacías del mismo inmueble. Los nueve inquilinos, casi todos ellos pensionistas, que habitaban el resto de los pisos se hicieron cruces cuando vieron su casa tomada por Pisos vacíos una colonia de costumbres e indumentaria tan peculiares.

"Poco a poco nos dimos cuenta de que no eran ni drogadictos ni maleantes y nos fuimos tranquilizando", asegura Dolores Mora, la más joven de los arrendatarios del edificio, que habita en él desde hace 34 años. "Tenemos las fricciones habituales entre vecinos con costumbres dispares, a veces me han colgado banderas del balcón, pero al decirles que me quitasen esos pingajos lo han hecho siempre de. buenos modos", explica una mujer de 80 años que vive sola en el primer piso. "Eso sí, cuando subo al mercado de la Cebada a hacer la compra la gente se asusta al saber que vivo en la casa de los punkis ", añade, "pero creo que actúan de buena fe, pero como son tantos y tienen horarios tan raros a veces molestan sus ruidos", concluye.

Nosotros pretendemos tener un lugar para vivir y organizar actividades culturales, pero sin incordiar al resto de los vecinos, por eso hemos limitado el número de conciertos y procuramos que acaben antes", explica uno de los okupas. De ideología autogestionaría y antimilitarista, creen que "los pisos y locales vacíos son un insulto a toda la gente con problemas de vivienda". La temida orden de desalojo todavía no ha llegado, y el "Centro Autogestionario Minuesa" continúa con sus actividades habituales y otras "de resistencia": taller de serigrafía, comedor popular, conciertos musicales, charlas y clases de idiomas.

Pisos vacíos

Hace tres años, los dueños de la imprenta vendieron la finca a una inmobiliaria. "Los vecinos nos enteramos por casualidad, nadie nos notificó el cambio en la propiedad", asegura Mora. "Los okupas llevan más de dos años y los propietarios no han movido un dedo para echarles ahora que existe un proyecto de construir 183 viviendas deciden desalojarles y demoler la nave industrial" añade. Esta demolición de la antigua imprenta desata las más negras sospechas entre los vecinos, quienes creen que "si la casa se declara en ruina no podremos hacer valer nuestros derechos como arrendatarios".Clemente Torres, concejal presidente de la Junta de Distrito Arganzuela, asegura que "la finca irá abajo para construir nuevas viviendas. Los inquilinos podrán defender sus derechos adquiridos y los okupas tendrán que buscarse otro lugar para vivir".

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