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'Chutes' privados, virtudes públicas

Afectados por las drogas no creen en la ley que multa el consumo

El proyecto de ley que propone multas de hasta 50.000 pesetas para quienes consuman drogas en público no parece coincidir con la lógica de muchos colectivos ciudadanos. Un consumidor de caballo (heroína) del barrio de San Diego considera que bastante castigo es estar enganchado como para que encima te multen: "Lo que debían hacer es darnos ayuda y trabajo". Para las Madres contra la Droga, "lo único que interesa a los políticos es tener las calles limpias para que los extranjeros las disfruten en 1992". Mientras el Parlamento aprueba o rectifica la ley, la realidad está en calles como las del suburbio de Pies Negros, donde 20 jóvenes se pinchan a la vez entre escombros.

Las mujeres que pertenecen a la Asociación de Madres contra la Droga no están satisfechas con la nueva Ley de Seguridad Ciudadana (aún sin aprobar), en la que se recogen sanciones para el consumo público de drogas. Una de las integrantes de este colectivo, Sara Nieto, dice: "Aquí lo que van a hacer es ir contra los drogadictos que, están en la calle porque no caben en los centros de acogida a drogodependientes (CAD)". En la ciudad hay unos 10.000 toxicómanos, mientras que los seis CAD que hay repartidos por la ciudad sólo pueden tratar a unas 3.500 personas.El perfil del toxicómano madrileño, según la Consejería de Integración Social, es "hombre, heroinómano de unos 25 años, soltero, sin hijos y vecino de un distrito periférico".

"Los forasteros encontrarán las calles más vacías. Los yonquis no van a conseguir dinero para pagar las multas ni robando", dice Sara Nieto, que añade que esta ley va a ir contra los que están peor, "porque los de la jet van a seguir sin problemas". Sin embargo, los integrantes de la alta sociedad que han elegido la cocaina como droga empiezan a esnifar con más cuidado. En las discotecas ya suena la alerta roja. Los relaciones públicas han empezado a advertir a sus mejores clientes que se han acabado las excursiones a los lugares oscuros: "o se viene colocado de casa o uno se aguanta", explica el responsable de una discoteca, que sabe que las multas pueden llegar a alcanzar los 100 millones de pesetas.

Pero ni siquiera en sus propias casas van a estar seguros aquellos consumidores de estupefacientes que financian su vicio a base del trapicheo. Si la ley sale adelante, la policía podrá entrar en ellas y pillarlos en plena faena sin necesidad de aportar un mandamiento judicial. Las cosas se están poniendo tan duras como las estadísticas de Madrid, en las que de los 114 muertos por sobredosis en 1989 se pasó a 168 personas fallecidas por un fatal pinchazo en 1990.

No recargar las prisiones

Un traficante de cocaína elige el nombre supuesto de Jesús para confirmar lo que "todo el mundo sabe: los políticos, cantantes, actores, se han metido coca con discreción y lo seguirán haciendo igual". "La policía sabe perfectamente cómo llenar cinco cárceles en poco tiempo, pero es mejor multar, porque eso no recarga el sistema penitenciario", dice. Para Jesús, que lleva cinco años en el business, esta medida persigue "el que España deje de ser un paraíso para drogadictos". Sin embargo, él se opone: "Hay que dejar a la gente en paz. Como si les ' da por meterse raticida", concluye. Algo mejor que un veneno les debió parecer al papa León XIII, a Thomas Alva Edison y a Julio Verne un vino con cocaína de Perú comercializado por un tal Mariani en el siglo XIX, cuyas felicitaciones al fabricante de este vino tan refrescante aparecen en un libro que Jesús muestra "a todos aquellos que quieran ser drogadictos informados".Jesús considera que cuando se apruebe la ley, los que pagarán el pato serán los más descarados y los menos prudentes. Como un ejemplo a seguir cuenta su experiencia con unos amigos catalanes: "En Barcelona sí se toma en serio: te vas fumando un porro por la calle, y tus propios amigos te lo hacen apagar al entrar en un sitio público, cosa que hace tres meses no pasaba. Como siempre, van por delante".

Los que no van por delante, sino a contracorriente de la polémica, son un grupo de jóvenes que vienen de atravesar La Celsa de vuelta a su casa. Uno de ellos, de 21 años, que construye pistas de tenis, dice: "Me parece estupendo que multen, sobre todo si es en lugares donde hay niños. Es malo que la gente crezca habituados a ver las drogas como una cosa normal".

En La Celsa, uno de los barrios chabolistas donde más droga se trapichea, una mujer de 52 años, que aparenta 70, manifiesta: "Mi hijo de 25 años murió por la droga. Estaba perdido, no podía vivir sin ello aunque quisiera. Los que están como estaba el pobre necesitan ayuda, no multas".

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