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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La segunda muerte

EL ASESINATO de Rajiv Gandhi ha causado estupor en el mundo entero. En sus años al frente del Gobierno indio, entre 1984 y 1989, había ganado una estimable popularidad en numerosos países. El momento elegido por los terroristas, cuando faltaban cinco días para cumplir una nueva etapa en las elecciones legislativas, plantea profundas incógnitas. La opción política que encarnaba Rajiv Ghandi, pese a las críticas que recibió al frente del Gobierno, esencialmente en el ámbito económico, era la de la moderación y el centro entre el partido Bharatiya Janata -el fanatismo nacionalista y religioso- y el Frente Nacional, coalición de la izquierda. Tras su muerte, el elector tendrá que optar por ofertas más radicalizadas. El Partido del Congreso, al que pertenecía el líder asesinado, no se muestra excesivamente unido ni, probablemente, con un nuevo dirigente capaz de conseguir la cohesión necesaria a corto plazo.Hace siete años, su madre, Indira Gandhi, entonces jefe del Gobierno de la India -una de las primeras mujeres en el mundo que ocupó tan alto cargo-, caía asesinada por unos terroristas sijs que se habían infiltrado entre su guardia personal. Ahora, su hijo Rajiv, que, según todos los pronósticos, debía encabezar el Gabinete tras el proceso electoral en curso, ha sido asesinado en el Estado sureño de Tamil Nadu en plena campaña por el voto.

En el terreno práctico de la política, la muerte de Rajiv plantea problemas de mayor gravedad aún que en 1984, cuando su madre era la víctima del terror. Entonces el Partido del Congreso se hallaba firmemente asentado en el poder y, en el peor de los casos, estaba Rajiv Gandhi para recoger el legado político dejado por su predecesora y asegurar la continuidad en la gobernación del país. Hoy, en cambio, la India está sumida en una terrible convulsión, en la que los choques entre comunidades religiosas e interétnicas alcanzan una violencia sanguinaria sin precedentes. En la primera jornada electoral se produjeron varias decenas de muertos, y hasta la fecha superan los 200. Si el Partido del Congreso demostraba en todos los sondeos una superioridad apreciable sobre sus contrincantes era precisamente porque sólo dicha formación, que ha gobernado casi sin interrupción desde 1947, podía ofrecer una garantía de estabilidad y de una vida política mínimamente ordenada y pacífica.

Pero la trayectoria democrática, influida sin duda por la tradición europea que han representado Nehru, Indira y Rajiv Gandhi, había levantado el rechazo, cada vez más violento y exacerbado, de diversos fanatismos racistas, nacionalistas y religiosos. Independientemente de quiénes resulten ser los asesinos, la muerte del líder político se produce en un clima pasional encendido de manera irresponsable por fuerzas con evidentes connotaciones autoritarias, que no esconden su voluntad de acabar con la democracia.

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El futuro de la India está hoy en suspenso a causa del criminal atentado que ha costado la vida a Rajiv Gandhi, la segunda muerte de una familia que ha tratado de cumplir con el destino de consolidar la emancipación y modernización de la India.

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