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El Joventut fue permisivo con el Barça

Luis Gómez

Un equipo campeón está obligado a ser inmisericorde, cualidad que no parece adornar todavía al Joventut, que ayer se lo permitió todo al Barcelona. Habrá, por tanto, cuarto partido de una final desequilibrada por las circunstancias. Por ese camino, el Joventut corre el riesgo de que su probable victoria final quede empañada tras una nube de justificaciones. Si es superior, más vale que lo demuestre de una vez por todas.Es inexplicable, en el terreno de la teoría, que el favorito se empeñe en economizar energías cuando, como es este el caso, dispone de muchos más medios que su rival. El Joventut no parece entender que, si desea ser reconocido como campeón, necesita ir dejando un rastro de victorias s u5cien temen te elocuentes, incontestables, dignas de servir de recuerdo para futuras ocasiones. El Joventut perdió ayer la oportunidad de convertir en un trámite la final. ¿No está mermado el Barcelona?, ¿no juega con cinco seniors?. Pues la respuesta debió haber sido un 3-0. Y no lo fue.

Y no lo fue porque el aspirante-favorito parece dispuesto a resolver la cuestión con varias faenas aseadas, sin mojarse el culo, recurriendo en exceso al baloncesto de salón, abundando en el oficio de sus dos americanos y la madurez de Villacampa. Transcurridos tres partidos, el especialista menos dotado puede concluir con toda rotundidad que estamos ante una de las finales con peores defensas que se recuerdan. Al decirlo no deben darse por aludidos los azulgrana que, al ser cinco, sólo les faltaba ponerse a defender para que terminen jugando todos los júniors de la cantera. Decirlo en el caso del Joventut es un reproche: no se puede acariciar el título más deseado sin derramar sentimiento. Da la sensación de que el Joventut se siente campeón porque sí, porque lo dice todo el mundo. Debería intentar disfrutar de esa condición.

El Barcelona está más cerca de la derrota que de la victoria en cada partido. Es una sensación perceptible a simple vista. Pero ni mucho menos está dispuesto a morir si no le entierran. Ayer fue haciendo sus cosas -no demasiado notables, suficiente es que sobrevivan- hasta que se encontró a un minuto del final y con un tanto a favor (81-80). Ha quedado claro a lo largo de toda la fase final que, precisamente esa situación, se convierte en el único resquicio por donde los azulgrana consiguen llegar al triunfo (el Estudiantes lo ha vivido en sus carnes). Llegado el supuesto, se cumplió la norma: el Barcelona aprovechó mejor sus posesiones.

Mucho antes, a lo largo de 40 minutos, el Joventut se había olvidado de defender y se limitaba a un intercambio de canastas incapaz siquiera de aprovechar el buen momento de Pressley (32 tantos, cuatro triples y sólo tres fallos en el lanzamiento a canasta). Bajo un gasto limitado, el Barcelona se permitía el 'lujo de controlar los rebotes y mantenerse en el partido sin problemas de faltas personales. La diletancia de sus rivales aumentó de gradación en la segunda parte: a pesar de que el Barcelona anotaba con dificultades, lograba mantener ligeras ventajas que alimentaban su moral; si acaso no encontraban la jugada, siempre había algún júnior libre de marcaje para que probara a sentirse un héroe.

Así que habrá cuarto partido y difícil saber para qué. Difícil porque el desequilibrio existente impide partidos de cierta categoría; uno busca la faena aseada y otro la supervivencia y de la suma de ambos factores no salen encuentros de alto voltaje. Supuesto el caso contrario (basta recordar la final del pasado año), el Barcelona no habría tenido escrúpulos. El Joventut, por lo que parece, los tiene. Si va a ser así, que tenga cuidado.

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